Antonio Carrasco

Ser de barrio marca

Mi plazoleta

19 de septiembre 2022 - 01:32

Las Soy de barrio, de La Orden para ser más exacto. De esas calles que ayer retrató Lugardo con maestría. De barrio o de barriada, como les decimos aquí en Huelva. Me crié en la calle Lima, iba al cole en el Giner de los Ríos y me dejé las rodillas en la plaza de los Templetes. La Orden que yo conocí era un micromundo propio, un gran pueblo dentro de ese pueblo grande que todavía era Huelva. Fue construido para dar cabida a los miles de trabajadores que llegaron a la capital para trabajar en sus fábricas. Todos nos conocíamos.

Me crié en un ambiente que ya no existe. Los vecinos eran familia y en nuestro barrio lo teníamos todo. En aquella época los fines de semana eran páramos. Esa primera generación regresaba al calor de su pueblo los viernes en cuanto sonaba la campana del cole y volvía los domingos por la tarde. En la calle todos se saludaban, sabíamos de qué pueblo era cada uno y se generaba una red de cobertura social propia de las pequeñas localidades. Esa primera generación de vecinos fue única. Ya no existe. La sociedad evolucionó y en el camino perdimos la cercanía, la humanidad. En nuestro rellano las puertas siempre estaban abiertas, los niños entrábamos y salíamos con naturalidad. Había un sentimiento de comunidad tremendo, de familiaridad.

Muchos vecinos regresaron a sus pueblos cuando el relevo generacional jubiló a esos miles de trabajadores. Otros cambiaron cuando el tiempo fue deteriorando algunas zonas de la barriada. Se quedaron segundas generaciones o terceras, aparecieron vecinos nuevos y los que quedan del origen son ya mayores.

Las circunstancias nos hicieron cambiar a la Isla Chica primero, y con los años terminé en el Centro. Pero esos lanzos personales que se crearon en La Orden han seguido muy vivos entre quienes compartimos tantos años juntos. Leyendo a Lugardo tuve la oportunidad de recordar esos primeros tiempos en La Orden, cuando el Piranchelo marcaba una frontera que nos quedaba muy lejos. Hoy me cruzo con los vecinos en las escaleras y los saludo, conocemos nuestros nombres pero la relación no va más allá de la cordialidad. Me encanta mi calle y mi casa, pero echo de menos el sentimiento de familia entre los vecinos. Ser de barrio marca el carácter.

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