
Caleidoscopio
Vicente Quiroga
“Clásicos”
Postrimerías
Antes de que empiece la conmemoración del 27, ya quieren los profesionales del relato señalar la orientación correcta de unos actos que tal vez deberían dejar al margen la reinvindicación consabida –no existe un grupo de poetas más reconocido y celebrado en la historia de la literatura española– y el aprovechamiento de la efeméride en clave de política partidista. Vemos con alivio que las autoridades recurren a escritores y estudiosos de probada valía y es de esperar que deleguen en su buen criterio sin castigarnos con sermones o aprovechar como suelen para arrimar el ascua a su sardina. Es verdad que la también llamada generación de la República, etiqueta apropiada en tanto que resalta la coincidencia con un tiempo histórico en el que la mayoría de sus integrantes, como otros muchos españoles, depositaron sus esperanzas, tuvo en esos años un perfil político muy próximo al régimen que promovió las campañas de alfabetización, la construcción de escuelas, la dignificación de la figura de los maestros, el Teatro Universitario o las Misiones Pedagógicas, iniciativas admirables en las que participaron activamente. Durante el sexenio republicano aparecieron además las dos antologías fundacionales del grupo, a las que mucho después se han sumado los nombres de las poetas que con algunas excepciones permanecieron en un segundo plano. El efervescente contexto de aquella época malograda, sin embargo, no debería sustituir a lo que verdaderamente importa, que son los autores y las obras en su complejidad no reducible a estereotipos. “Acelerado aire era mi sueño”, dice el verso de Alberti que prestó en parte su título a un libro de Miguel García-Posada, publicado a finales del siglo pasado, donde se reflejaba muy bien la aventura vital y estética de los poetas del 27, pero en otros lugares el propio García-Posada, política y sentimentalmente afín a los valores republicanos, pidió evitar la “dialéctica guerracivilista” cuando se trata de celebrar su memoria desde el presente. Transvasar el enfoque ideológico de las batallas culturales a la celebración de la literatura es despojarla de su dimensión universal para reabrir trincheras divisorias. Los grandes poetas pasan a ser parte de un legado compartido cuando al margen de sus ideas los herederos del tiempo en el que vivieron los leen y reconocen como tales. Servirse de ellos para hacer propaganda es la peor forma de rendirles homenaje.
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