Malas costumbres

19 de junio 2025 - 03:06

Las malas costumbres son esos gestos que irritan, que afean lo común y que aunque no infringen ninguna ley escrita, erosionan la convivencia, desafinan y, a menudo, revelan más de lo que quisiéramos sobre nuestra forma de estar en el mundo. Son esas pequeñas licencias del día a día que todos condenamos, excepto cuando las cometemos nosotros mismos.

Pitarle a alguien desde el coche para saludarlo, comerse las uñas en público, no cederle el asiento a una persona mayor en el autobús, no contestar una llamada o llegar siempre tarde cuando quedas con tus amigos. La lista de malas costumbres podría no acabar nunca. Si nos dieran la oportunidad de nombrar aquellas que más nos sacan de nuestras casillas, probablemente cada persona tendría su propio catálogo de pequeñas (o no tan pequeñas) manías ajenas.

Friedrich Hume nos recuerda que los hábitos nacen de la repetición, no necesariamente del juicio moral . No damos los buenos días o interrumpimos en una reunión por inercia, no por maldad. Pero esa misma inercia puede reforzar costumbres socialmente dañinas. La repetición, sin reflexión, convierte lo aceptable en “normal”. Las malas costumbres, entonces, tienen dos caras: forman parte de la condición humana, ligada a la repetición y a los impulsos, pero también muestran que sin una vigilancia ética, sin esa capacidad de detenernos y pensar, terminamos normalizando lo desagradable y lo insolidario.

También existen malas costumbres con raíces en dinámicas sociales y de género que condicionan comportamientos aparentemente inocentes: las mujeres, por ejemplo, hemos normalizado hablar sobre nuestro peso en negativo, pedir disculpas cuando no es necesario, ceder espacio físico o emocional sin que nadie nos lo pida o sonreír incluso cuando no nos apetece. Por su parte, muchos hombres han interiorizado otras costumbres igualmente cuestionables: hablar por encima de otras personas, evitar mostrar vulnerabilidad, asumir automáticamente la voz de mando o desentenderse de las tareas domésticas y de cuidados por inercia.

Son gestos cotidianos que se repiten, a veces sin pensar, pero que reflejan una forma de estar en el mundo condicionada por lo que se espera de nosotros. Modificarlos no es solo cuestión de educación, es querer cambiar las normas no escritas heredadas que tanto nos pesan.

Pienso que pocas cosas pasan para cómo está el mundo y la poca paciencia que nos queda. Quizás las malas costumbres sirvan como pequeños actos de rebelión y nos igualen a todos en la insoportable levedad del ser. ¡Feliz jueves!

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