La otra orilla

Víctor Rodríguez

Visibilidad

Lo que no se ve no existe, lo que no se sabe no genera ningún movimiento, lo invisible no importa. Cuando son tantos los frentes que la Humanidad tiene por delante, algunos han tenido la oportunidad de conseguir tocarnos el corazón y activar las conciencias, lo que es fundamental para que los gobiernos se decidan a dar el paso de actuar. Hace unos días volvía de un viaje y en la bulliciosa estación vi pasar una pareja, ella con pañuelo y vestido negro, con dos niños pequeños, en otros momentos podría especular con su nacionalidad o con el motivo de su viaje. A lo mejor simplemente venían de visitar a unos familiares. Sin embargo no pude evitar fantasear con la posibilidad de que se tratara de una familia de sirios que han llegado como refugiados. Refugiado es la palabra-llave, el salvoconducto que abre las puertas de la acogida (welcome refugees) y que nos permite ver humanidad donde tantas veces ha habido rechazo y exclusión.

He visto una y otra vez el vídeo en el que Petra Laszlo zancadillea, mientras graba con su cámara de corresponsal, a un hombre que corre en la frontera húngara, y este pequeño clip, de apenas un minuto, convierten a ese hombre y su hijo en el símbolo del drama sirio, lo que ha conseguido que el Centro Nacional de Formación de Entrenadores le haya ofrecido un trabajo y una casa en Getafe, después de que un periodista de El Mundo acompañara y narrara toda su travesía.

Estamos dispuestos a hacer cosas enormes por los demás cuando tenemos la presión de la urgencia detrás, y eso, que está bien, borra la necesidad de mostrarnos igual de generosos cuando tenemos la penuria mucho más cerca.

Somos capaces de abrir nuestra casa si la persona viene de Siria, pero no lo hacemos con los inmigrantes que perdieron su techo en el enésimo incendio de chabolas en Lepe hace apenas unas semanas. Ya puestos a abrirnos a la bondad, y a la confianza de que quien malvive en un asentamiento es, en el fondo, una persona honesta que huye de la guerra y la pobreza, podríamos llenar de carteles nuestras calles poniendo: welcome inmigrantes, welcome parados, welcome sintecho, welcome desahuciados. Y obligar a hacer redes de ciudades acogedoras con quien menos tiene, venga de donde venga, necesite lo que necesite. No hay sufrimiento que, por hacerse visible, tenga más prioridad. Si de verdad nos duele, preguntemos, que toda ayuda es poca.

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