Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Universos tangenciales

Entre cantantes cretinos, líderes mesiánicos y teorías sobre bares, la teoría de los universos paralelos es un fracaso total

Hemos superado nuestra capacidad de asombro y conviene dar una vuelta a las teorías que siempre nos han guiado en este tránsito vital que se empeña en poner patas arriba lo que hasta ahora dábamos por sentado. La idea de los universos paralelos, es una de ellas. Uno de nuestros compatriotas más destacables y destacados, de aquellos que uno espera una vida para tener el honor de conocer, Pérez Mercader me echó una mirada de esas que sólo un sabio hablando con un tarugo puede hacer, cuando le mencioné a Stephen Hawking al pedirle que me comentara su reacción ante la primera imagen de un agujero negro que resultó ser un donuts chorreando crema por todos los lados. Entre mis lecturas, además del catálogo noir de los benditos locos de la librería Dorian, está cualquier cosa que sobre este universo sea capaz de entender y son pocas. En lo de los agujeros de gusano, me perdí; la relatividad del tiempo la pillé por los pelos y eso de los universos paralelos me tuvo loco durante un tiempo.

Hoy solícito enmiendo las teorías del científico de Oxford que destacó en Cambridge (lo cual es ya de por sí una explicación más que razonable para probar la relatividad del espacio) e incluso las de Pérez Mercader y proclamo que lo que existe en este mundo son los universos tangenciales. Al menos lo paralelos van en la misma dirección, aunque puede que en sentidos contrarios. Me refiero, como habrán podido averiguar, a esa peña que nos acompaña a diario y que, después de una palmada con la mano derecha ante su última ocurrencia, nos anima a pensar aquello de "en qué mundo viven", porque lo que tienes claro que no es el tuyo. Si, por lo menos, el espacio que existe entre sus meninges y su cavidad bucal tuviera algún tipo de filtros, sería digno hasta de escucharles. Vamos, es como si sangras por la cabeza y el susodicho te envía al podólogo.

No teníamos bastante con el serial de Rociito (ojo, cualquier cosa que se haga por denunciar, castigar y erradicar la violencia contra la mujer me parece poco), cuando llegó el cretino de Bosé a superar nuestra capacidad de asombro. El resto lo puso Florentino, su mesianismo y quien le baila las gracias, fondo de reptiles mediante. La guinda la puso una hasta ese momento sensata periodista, que haciendo gala de un madrileñismo hiriente, soltó aquello que "los bares en Madrid son completamente distintos a los del País Vasco". He ido a varios en ambos lugares y salvo que me haya perdido que en la capital hagan salto con pértiga cuando me marcho, no encuentro la diferencia. No se alarmen, pero hay más. Los vemos todos los días.

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