Cambio de sentido

Suegras

Nadie cuestiona la figura de la madre, pero sí a las suegras (que lo son porque son madres)

Su Santidad que ya vale de meterse con las suegras y dice, a mi entender, lavangelio. Nadie parece cuestionar la sacrosanta figura de la madre, rol intocable, coreado últimamente con una teta en ristre y celebrado con flores el domingo pasado, y sin embargo, las suegras (que lo son porque son madres) son los chivos expiatorios, la sombra junguiana de Deméter. Olvidamos que bajo el arquetipo de abnegada madre en ocasiones se agazapan narcisistas desorejadas que proyectan sus represiones y aspiraciones en las coletas apretadas de sus hijas, y reinas de Tebas a las que les daría un parraque si su niño se hiciera de veras un hombre y se desmadrara de una vez por todas. Con los suegros nadie se mete. Cierto es que la familia política es, por definición, corrupta, pero la fama con la que cargan las suegras es un ejemplo de la perduración de los estereotipos patriarcales. Llego a pensar que hay quien se vuelve maligna al encarnar el papel de suegra, como si le fuera en el cargo. La función hace al órgano. Hablo motivada además por el hecho de que, salvo en sonadas excepciones, he tenido unas suegras estupendas. (Una de ellas, incluso, en vez de temer que le arrancara de las faldas a su tierno infante de cuarentailargos, sufría al pensar que se lo fuera a devolver). La cultura patriarcal se ha encargado a lo largo de los siglos de neutralizar la idealizada figura materna con la demonización de las suegras. Celebré que el papa arrojara algo de luz a esta patraña.

Pero, ¡qué poco dura la alegría en la casa del pobre! No había terminado el sumo pontífice de aliviarnos con su santa palabra cuando se precipitó a volver a encerrar a las suegras en la oscura cárcel del estereotipo. "A vosotras os digo: tened cuidado con vuestras lenguas. Es uno de los pecados de las suegras, la lengua". Predica el papa para toda la cristiandad la idea de que las mujeres pecamos por la lengua y por la oreja; los hombres no…, ni na. A ellos ha pertenecido además por los siglos de los siglos la palabra escrita y, con ella, las leyes y los conceptos universales. A las mujeres dejaron hasta hace poco exclusivamente la palabra dicha, con la que crearon, entre otras cosas, las nanas con las que arrullar a sus criaturas. Pero -resignación cristiana- pasamos por la Historia por lenguaraces. Como si el problema fuera hablar en vez de callar, sin más causa ni raíz psíquica y cultural en todo esto. Ya puede seguir diciendo misa el santo padre.

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