Existe una situación paradójica en los comportamientos ante determinadas situaciones, digamos de presión o riesgos inducidos, que generan el desarrollo de un vínculo afectivo, tal vez, de simpatía e incluso de atracción entre el afectado y sus maltratados es, especialmente en los casos de secuestros, y que los expertos en las áreas de la Salud Mental, en general, consideran una especie de respuesta instintiva de supervivencia y que se ha dado en llamar Síndrome de Estocolmo aunque los expertos citados no están totalmente de acuerdo sobre el diagnóstico o su nominación como "síndrome". Sin embargo, sin profundizar en el debate científico pues no soy experto en ello, si debemos considerar que es una terminología aceptada popularmente, cuando detectamos que alguien es consciente de que está en una situación de riesgo y aún teniendo posibilidades de superar la misma, no solo no lo hace sino que alaba y hasta defiende a quien le presiona y arrincona siendo, a pesar de todo, consciente de que le están perjudicando y por extensión a aquellos cuyos bienestar depende directamente de su libertad de actuación y decisión claramente coartada por sus "captores".

Dicho esto, les invito a hacer un mínimo ejercicio de memoria para comprobar si lo anteriormente explicado, tiene una referencia que les suene cercana en su día a día y que por ende, no se valora como algo, si no patológico sin duda inexplicable.

Porque es difícilmente explicable que en un órgano corporativo de gestión - en el ejemplo que vamos a exponer, político - como es un Consejo de Ministros, el "primus inter pares" del mismo y, en consecuencia, máximo responsable de la ejecución de las decisiones que se toman en el mismo, se ve limitado por una parte de sos supuestos "iguales" que acogió voluntariamente y ahora le condicionan incluso, no ya para rebajarlos del privilegio otorgado sino hasta para corregir los flagrantes errores cometidos, con rotunda repercusión negativa sobre terceros, so pena de retirarle sus apoyos y caer en un alto riesgo de perder, él mismo, su condición de "primero" entre supuestos iguales.

En definitiva, no encontrarán en el mundo democrático un Gobierno que se vea sometido desde dentro por quienes no creen en el modelo democrático y social que el pueblo ha votado, cuestionando desde la política frente a la guerra promovida por quien les es afín ideológicamente hasta despreciar lo más elemental de la técnica jurídica y ocultando u obviando los dictámenes consultivos anunciadores de los daños que pueden producir la puesta en marcha de determinadas leyes. Efectos "indeseados" será la calificación que hará quien está sometido al control de sus "alabados captores" y eso, popularmente se llama Síndrome de Estocolmo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios