Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Protección del patrimonio, 'fake news'

En tiempos en los que la posverdad pretende convertirse en una realidad en sí misma, en los que lo cierto es lo que alguien dice que es cierto y no lo que tenemos delante de nuestros ojos, en los que el conocimiento, la lectura y la reflexión serena parecen cosas de un pasado lejano, nuestro patrimonio cultural, aquello que explica lo que somos mediante la conservación y el estudio de lo que fuimos, es uno de los aspectos de nuestra vida que menos cuidamos. La información sobre la venta de Fuentepiña, adelantada por Huelva Información, ha puesto de manifiesto lo poco que cuidamos aquello que nos ha llevado hasta aquí. Tan solo cinco provincias españolas pueden presumir de haber alumbrado a premios Nobel en distintas categorías. La literatura es lo nuestro, ya que Echegaray, Benavente y Cela, comparten ese privilegio con un paisano de aquí al lado. Con todo el respeto que merece su obra, es precisamente Platero y yo, la que escribió en ese lugar, la que le ha aupado a algo especialmente complejo a la hora de analizar a un escritor; el hacer cotidiano un trabajo que se ha estudiado en toda la geografía nacional y vengo de un lugar lo suficientemente alejado como para asegurarles que esa lectura figuraba en mi programa escolar.

Ese lugar fue asediado por el fuego, el vandalismo de quienes consideraron que su aportación al bienestar general era hacer pintadas en sus paredes y la desidia de quienes debieron hacer algo por que no ocurriera y no lo hicieron. Tampoco es una característica propia: en la otra punta de Andalucía, el lugar donde Lorca parió Bodas de Sangre, el Cortijo del Fraile, pelea contra el mismo abandono por sobrevivir a quienes se les llena la boca con la importancia de alguien que nos abrió los ojos y el cerebro para pensar diferente y no son capaces de hacer algo para que ese legado no se pierda.

Sirve de poco la organización de jornadas, representaciones, lecturas, congresos, exposiciones y eventos de cualquier tipo para analizar la obra de Juan Ramón Jiménez, si no somos capaces de cuidar algo realmente básico. Nuestra cultura, aquella que nos ha formado en todas nuestras grandezas y miserias, no merece ser abandonada a su suerte y convertirse en refugio de quienes la encuentran entre las líneas que convirtieron en eternos a quienes las escribieron.

Poco más aportan quienes deberían ponerse manos a la obra salvo el soniquete de despejar sus responsabilidades a cualquiera que pase por ahí. Mientras tanto, herederos de su recuerdo y la sociedad asisten perplejos a un deterioro que redunda en perjuicio de todos. Fuentepiña no es sólo el lugar donde nuestro premio Nobel inventó la historia de un burro; es un símbolo de lo que se nos escapa de las manos delante de nuestra propia vida. No hay que ir a una catedral gótica para recordar nuestra historia; hay cientos, miles de edificios, de pequeñas viviendas donde se fraguó el presente que vivimos que nos pasan desapercibidos. No podemos dejar que ese legado que no nos pertenece, perezca antes de dejarlo a unas generaciones que también merecen disfrutarlo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios