Populismos por doquier

Estamos asistiendo a la vuelta del dogmatismo y del totalitarismo pero, eso sí, con nuevos ropajes

H style="text-transform:uppercase">an sido muchos los que han manifestado su sorpresa por el triunfo de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos, pues tenían la certeza de que, a última hora, el buen juicio entraría en escena y llevaría a Hillary Clinton a la Casa Blanca como primera mujer que alcanzara la Presidencia de dicho país. Pero se han llevado todo un chasco. Ni el supuesto sentido común ni la razón lo han impedido y más de uno no lo entiende, máxime después de haber desarrollado el candidato republicano una campaña llena de insultos, excentricidades, xenofobia, machismo, barbaridades y bastante más cosas, con la que se elaboraría una larga lista de despropósitos. Nos guste o no, tendremos a Trump dirigiendo a la mayor potencia del mundo, con toda la influencia global que posee, a la par que se verá obligado a lidiar con un país que sea dividido profundamente a partir de su victoria, como se ha comprobado con las manifestaciones en su contra habidas en muchas ciudades.

Ahora, como es lógico, se están publicando muchos análisis, preferentemente, unos sobre el cómo ha sido posible que haya ganado y, otros, sobre cuáles serán las presumibles repercusiones de su política anunciada, si bien se espera que a la hora de gobernar realmente algunas iniciativas se atemperarán. Pues bien, sin querer jugar a caballo ganador, les confieso que creo que no era tan desencaminado pensar en las muchas probabilidades de que ganara, aparte de los errores y limitaciones de su principal oponente. Bastaba con observar lo que viene ocurriendo en los países occidentales en relación con los populismos, sean de izquierdas o de derechas, da lo mismo. ¿Por qué no se iba a producir el mismo fenómeno en los EEUU? Cada vez es más diáfano que era una fantasía la creencia de que en las sociedades desarrolladas habían desaparecido o minimizado la intolerancia, extremismos, rigidez y simpleza de pensamiento. La escolarización obligatoria y los niveles de bienestar alcanzados, aunque ahora se haya producido un retroceso económico, tendrían que haber servido para algo. Efectivamente, así es para mucha gente, pero desgraciadamente no lo ha sido en otros muchos, fortalecidos gracias a las nuevas tecnologías donde comparten mensajes simplistas, mentiras, absurdos e irrealidades. Estamos asistiendo a la vuelta del dogmatismo y del totalitarismo, pero eso sí, con nuevos ropajes y, en buena medida, con gente bien alimentada, perteneciente a lo que Galbraith llamó la cultura de la satisfacción.

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