Creíamos que el tiempo que estamos padeciendo iba a ser de coronavirus como único punto de interés y resulta que el verano, ya ferragosto superado, nos trae el notición del año y, posiblemente, de muchos años. Que resulta que Lionel, Leo en el mundo, Messi le ha dicho al Barça que se va, que a hacer puñetas su vinculación con el club que le dio una vida a la que él correspondió adecuadamente, pero que ya no le pone, o sea...

Pero es que, además, el muchacho quiere irse por la cara, de gratis total, sin que el Fútbol Club Barcelona cobre un euro por su libertad. Particularmente lo veo como una falta de consideración hacia la entidad que puso los medios que le negaban en Argentina para que ganase trapío. Factores de crecimiento, su familia con él, nada de acuartelamiento en la Masía, un gasto tremendo que se vio como una inversión que no dejó de dar sus frutos a partir de aquel gol el día que debutó.

A partir de aquella vaselina que Ronaldinho santificó tomándolo en brazos, el Barça y Messi formaron un imparable ejército simbiótico que alcanzaría cumbres estratosféricas con Guardiola al mando. A la misma vez, ya Messi no cumpliría un sólo contrato y a veces llegaba la renovación antes de rendir el primer año de lo pactado. Para eso era el futbolista milagro que tiraba del carro blaugrana para convertir en bueno el mal día y en buenísimo el regular

Considerado unánimemente el mejor futbolista conocido, Messi exigía y el Barça arañaba en la caja para satisfacer sus exigencias. Y ahora aparece el frío burofax diciendo adiós, el Barça que se queda temblando porque aunque le pueda servir una incorrecta interpretación de la dichosa cláusula que le libera gratis, a ver cómo Bartomeu va a pasear por las Ramblas siendo el presidente que no evitó la marcha de Messi de ese Fútbol Club Barcelona que parecía su casa. Un horror.