La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Por qué Pedro no echa a Irene

Desprenderse de Podemos sería reconocer el fracaso de la coalición de izquierdas y hacerla imposible en el futuro

Hay Gobierno para rato", ha dicho el ministro de la Presidencia -y de Casi Todo-, Félix Bolaños, tras la semana de mayor tensión entre PSOE y Unidas Podemos de toda la legislatura. Tensión es aquí un eufemismo. Lo que hay entre los socios y colegas del Consejo de Ministros es hostilidad, rencor y animadversión crecientes.

Se percibe en el fondo y en las formas. La obstinación de Irene Montero en defensa de su indefendible chapuza que ha aliviado las condenas de centenares de agresores sexuales ha colocado a Pedro Sánchez en la peor de las posiciones: sacando adelante su solución al desaguisado gracias al apoyo del Partido Popular, y eso tras desgañitarse contra Feijóo por no arrimar el hombro y estigmatizarlo a futuro como inevitable rehén de la ultraderecha. Los podemitas no se cortaron a la hora de enjuiciar la justa reforma de la ley del sólo sí es sí: el PSOE ha traicionado al feminismo e ingresado en el bloque de los fascistas (se amplía día a día: va incluyendo a todo el que no comulga ciegamente con la fe que imparte el emérito Iglesias).

Del lado de Sánchez y su equipo, ninguneo absoluto a quien sigue siendo su ministra de Igualdad. Los ministros socialistas la dejaron sola en la bancada azul mientras el pleno, y ellas mismas, desmontaban la parte más emblemática de su ley estrella, Pedro Sánchez se quedó en Moncloa y ni votó la reforma que había promovido él mismo, tampoco la acompañó este año en su fiesta-mitin del 8-M y, antes, le intervino de hecho su Ministerio anunciando en un acto preelectoral la Ley de Paridad y encargándole que la explicara a su vicepresidenta de Economía. Como despojándola temporalmente -a Irene Montero- de sus competencias, pero sin destituirla.

¿Por qué? ¿Por qué se mantiene este matrimonio de conveniencia? Lógicamente, por el poder, que es un cemento mágico. La iniciativa de romper no va a venir de Podemos, consciente de que estos años han sido los mejores de su menguante trayectoria. Las razones por las que tampoco Sánchez decide prolongar su insomnio son variadas. Las fundamentales son dos: echar a UP del Gobierno es tanto como reconocer ante los electores el fracaso de su gran apuesta estratégica (primera coalición progresista de la izquierda española), y cortar de raíz su única posibilidad de continuar en la Moncloa, que es repetir la alianza con Podemos, ERC y Bildu. Porque las elecciones ya sabe que no las va a ganar.

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