¿Vale lo que cuesta o cuesta lo que vale?

Me encanta ver programas de cocina, me atrapan esas elaboraciones que hacen los chefs convirtiendo un plato en una obra de arte. Me gustaría probar esos manjares y comer en restaurantes con alguna estrella Michelín, de vez en cuando, que lo poco gusta y lo mucho cansa; desayunar algo ligero para sentarme a la mesa con hambre, que es como se disfruta de la comida, y que me lo pongan todo por delante.

Iría acompañada de alguien al que le guste comer, que sea disfrutón y no haga ascos a nada: si hay que probar una nube de espuma voladora con esencia de piparra, pues se prueba. Otra condición es que no lo tenga que pagar yo… Puestos a pedir…

El precio de un menú degustación en restaurantes gourmet de alta gama en España varía según el prestigio del establecimiento y su reconocimiento en la Guía Michelin. En DiverXO (Madrid), el menú ronda los 365 euros por persona sin contar el maridaje, que puede sumar otros cien o ciento cincuenta más. Si bajamos un peldaño, en Iván Cerdeño (Toledo), con dos estrellas Michelin, puedes encontrar menús que oscilan entre los 55 y los 145 euros, una horquilla amplia que permite cierto margen según el bolsillo. En Disfrutar (Barcelona), uno de los más aclamados de Europa, hay opciones que van desde los 290 euros hasta más de mil, dependiendo del tipo de experiencia que elijas, porque sí, ahora los menús también se escogen como si fueran viajes. Y si buscas una experiencia más accesible sin renunciar al sello Michelin, en Atempo (Barcelona), el menú ronda los 120 euros.

Lo curioso es que incluso desde dentro del propio sector hay voces que justifican estos precios. El chef sueco Björn Frantzén, al frente de uno de los restaurantes más exclusivos del mundo, lo explicó así: “El cliente gasta 350 euros y a nosotros nos cuesta 349. Todo vuelve al comensal. Nuestro margen es casi cero”. Y sin embargo, cuando un periodista le preguntó si merecía la pena, respondió sin dudar: “Fue la experiencia gastronómica más increíble de mi vida… ¿Puedo justificar el coste? No. ¿Valió la pena? Mi cabeza y mi corazón dicen que sí”. Frente a esa visión casi artística y trascendental de la cocina, resuena la frase clásica de Curnonsky, considerado el príncipe de los gastrónomos: “La cocina es cuando las cosas saben a lo que son”. Un canto a la sencillez, al sabor auténtico, sin fuegos artificiales. Y ahí es donde una se pregunta: ¿estamos pagando por alimentarnos, por admirar arte comestible o por decir que hemos estado? ¿Vale lo que cuesta o cuesta lo que vale? ¡Feliz jueves!

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