
Caleidoscopio
Vicente Quiroga
“Clásicos”
Envío
Desde hace unas semanas se viene planteando la posibilidad de que el Gobierno fuerce la regularización masiva de aproximadamente 500.000 personas entradas ilegalmente en España en los últimos tiempos. La medida no cuenta con el sostén de la mayoría de las fuerzas políticas parlamentarias, pues Vox se opone y el PP, Junts y el PNV la condicionan, pero está impulsada por la Plataforma Regularización Ya, apoyada por el PSOE y toda la extrema izquierda. Sus representantes pretenden que, ante la ausencia de acuerdo, el Gobierno la imponga mediante decreto ley antes del verano, apelando, como siempre en estos casos, a la necesidad de “reconocer derechos a personas que ya viven y trabajan en España”, lo que “ayudaría a reducir la economía sumergida”. ¿Cuánto tiempo llevamos oyendo estos argumentos?
Sin embargo, hay que recordar que las sucesivas regularizaciones masivas de personas introducidas ilegalmente en España, llevadas a cabo tanto por gobiernos socialistas como populares, no han servido para reducir la economía sumergida ni las bolsas de marginación y, por el contrario, han actuado como potentes palancas para la llegada de más y más inmigrantes ilegales. No es preciso subrayar a estas alturas los graves inconvenientes a que esta situación aboca, y si todavía entre nosotros no se hacen del todo patentes, basta con observar lo que ya es dramática realidad en otros países europeos para alarmarse ante el tipo de sociedad que se está promoviendo.
Pese a ello, toda la izquierda coincide en la defensa a ultranza de la inmigración masiva por ilegal o inhumana –pues de mera trata hablamos– que llegue a ser. Y no debe extrañarnos, pues su supervivencia electoral está fiada más y más a la atracción de esos inmigrantes que, con el tiempo, acaban adquiriendo la nacionalidad española. Esos votantes, unos tres millones de personas en la actualidad, son un caladero fundamental para los partidos de izquierda, como lo están siendo en toda Europa, aunque nunca se ofrezcan esos datos demoscópicos. Podemos saber el sexo, condición económica, estudios, edad y otros muchos detalles de los votantes a cada partido, pero jamás se nos indica esa circunstancia fundamental. En todas partes, pronto también en España, el voto de los hoy regularizados hará posible el mantenimiento de políticas que, sin embargo, tendrán el rechazo mayoritario de unos europeos hartos de ver cómo se ignoran sus prioridades e intereses.
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