Orgullo (LGBTI) y prejuicio

El anuncio 'Somos iguales. Somos diferentes' transmite convicción de forma inteligente

Hace más de 200 años que Jane Austen, con apenas veinte de edad, escribió Orgullo y prejuicio, ajustado retrato de la sociedad británica de su época, cuyos protagonistas son Elizabeth, una hija de familia con cuatro hermanas, y Darcy, acaudalado joven que se enamora de ella; la relación entre ellos oscila con los vientos cambiantes del orgullo y los prejuicios, en este caso, de clase.

Dos siglos antes, Shakespeare había escrito El mercader de Venecia, donde contrapone la figura del comerciante cristiano Antonio y el usurero judío Shylock. Pese a que este desempeñe el rol de villano, su monólogo del acto III es una pieza maestra en la que plantea una serie de preguntas que evidencian la esencial similitud entre los practicantes de credos enfrentados. Hoy Gele Fernández lo rescata para un spot encargo de la Diputación de Huelva, desde el que Luichi Macías, Lucas Alcázar, Victoria Fernández Martín y Samuel J. Nogaledo nos lanzan el mensaje Somos iguales. Somos diferentes, de forma inteligente, transmitiendo convicción.

Tan solo hace cincuenta años, la mayor parte de las personas homosexuales permanecían "encerradas en el armario", por temor a la discriminación y persecución social, ante la incomprensión de su familia, siendo víctimas además de sus propias contradicciones. El 28 de junio de 1969 tuvieron lugar los disturbios de Stonewall, un garito de la mafia donde se reunían los homosexuales y que sufría continuas redadas de la policía neoyorquina. Aquella revuelta fue el detonante de una serie de manifestaciones, que se extendieron con rapidez a otros países, incluyendo en sus reivindicaciones los derechos de lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales.

Se ha recorrido un largo camino desde entonces, aunque muchos lugares del mundo estén lejos de conquistar las libertades imprescindibles en lo que respecta a la orientación sexual y la identidad de género. Tampoco en España se han alcanzado plenamente y, si bien es cierto que nuestra legislación es de las más avanzadas, basta mirar a nuestro alrededor para percibir que muchas mentalidades llevan aún un retraso de varias décadas. Por eso creo que la celebración del Orgullo LGTBI cada 28 de junio, además del componente de autoestima para los colectivos concernidos, supone una llamada a todos para avanzar, sin prejuicios, en lo que, al fin y al cabo, es una cuestión de dignidad humana.

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