Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Nuevas medidas

Resultaba divertido asistir a las porras de quienes se apostaban el contenido de las siguientes restricciones

Que somos capaces de pillarle el truco hasta a una pandemia lo ha demostrado la tercera ola, dada, en sus muchos parámetros, en términos ampliamente previsibles: estaba cantado que después de las fiestas, en coincidencia con las primeras vacunas, el nivel de contagios y el aumento de las hospitalizaciones crecería a nivel exponencial, de manera que quien tenía un plan relevante para estas fechas ya estaba más que advertido de su posible modificación cuando no cancelación. Y no porque nos viniera con el cuento Salvador Illa con su tono catedrático-paternalista, sino porque el sentido común recomienda que, en nuestra condición humana, nos pongamos siempre en lo peor. Dicho y hecho: la esperanza de aquellos pinchazos pioneros, cuando todavía estábamos con los mantecados y la botella de anís, ha durado lo que cualquier alegría, poco más o menos. Y ahora, con el estropicio, cuando todo está hecho unos zorros, vienen las nuevas medidas restrictivas por parte de la Junta de Andalucía, y las que sabemos que vendrán, en parte porque ya hemos estado aquí antes, en parte porque no tenemos remedio; y resultaba divertido asistir a las porras de quienes se apostaban el contenido de la restricciones, al cabo nada difícil porque, insisto, se trataba de calcar el panorama que teníamos allá por octubre. Un juego de niños.

Lo cierto es que no se le pueden reprochar muchas faltas a la Junta de Andalucía en la gestión de la pandemia. Es fácil venir ahora con el santo de que las medidas debieron ser más duras en Navidad, pero después de un año tan duro resultaba muy difícil imponer limitaciones distintas a las finalmente aplicadas, y no sólo en términos electoralistas. Ahora bien, el actual volumen de contagios confirma que ni siquiera aquellas restricciones laxas fueron respetadas lo suficiente. Podía ser difícil controlar las reuniones familiares, pero lee uno noticias sobre locales de hostelería sancionados hasta siete y ocho veces y sale a la palestra una pregunta legítima: ¿Y si, en vez de concentrar todos los esfuerzos en limitaciones cada vez más severas, se hubieran adoptado mecanismos, incluidos los sancionadores, que garantizaran un mayor seguimiento de las previas? La administración sabe que una mayoría social va a acatar las medidas y que eso contendrá el virus, pero ¿y si se hubiera optado por atajar los incumplimientos? ¿No se habría aliviado, de manera más justa, el sacrificio de quienes sí se atienen a lo que hay que hacer?

También es fácil denunciar los excesos de un estado policial, pero, como pasó con la ley antitabaco, a veces sólo cabe hacer lo correcto. Y ésta era una de ellas.

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