Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Nick Boles, mi héroe en el fango

Poco queda de aquellas tradiciones británicas en un Parlamento que se ha enfangado como nunca

Soso como un chiste de cofrades, flemático como únicamente alguien de Essex puede llegar a ser, irónico como un inglés en pleno ejercicio de sus facultades mentales -lo cual es mucho decir- y demoledor como cualquiera que se siente en Westminster, además del speaker John Bercow, el espantoso ridículo que mis admirados hijos de la Gran Bretaña protagonizan estos días, me ha dejado un nuevo héroe, Nick Boles. El ínclito, en plena debacle fue capaz de anunciar sin despeinarse, sin mover un músculo, sin que se le desaflojara una corbata que jamás me pondría y que sin encomendarse a su poco graciosa Majestad, se levantó en medio de la turbamulta, dijo que se sentía avergonzado de los suyos, que estaba harto de hacer el ridículo y que desde ese momento dejaba de ser miembro del Partido Conservador, del Parlamento británico y hasta del Tottenham Hotspur si le apuran; recogió sus papeles y todavía le esperan a que vuelva; olé your balls mister.

De verdad que me he enganchado a la miseria británica de estos días y, qué quieren que les diga, uno ya está lo suficientemente trastornado como para echar más combustible al depósito, pero disfruto como un auténtico pig de que les pase a otros lo que nos ha avergonzado durante décadas en este país.

Y es que esa es otra. Uno siempre había mirado a Estados Unidos y al Reino Unido como ejemplos a imitar. De los primeros me admiraba su defensa de la iniciativa privada, de la libertad, de los derechos, de ese "dinero del contribuyente" que salía en todas las películas. De los british, esa mezcla de tradición y modernidad que habían conseguido mezclar como un gin tonic hasta conseguir un mejunje perfecto; de dar un portazo cada vez que Lilibeth asoma la cabeza, los gritos, las puyas, el sentido del humor por encima de todo, el saber estar en medio de una tempestad inimaginable. Bueno, pues para ellos todo. Los primeros tienen a un palurdo con dinero y los segundos a una incapaz estirada, causante de la mayor crisis política de su país desde la Segunda Guerra Mundial. Su estúpida apuesta por un error, la persistencia en conseguir algo que nadie quiere y su cobardía a la hora de enfrentarse a la mayoría gritona de analfabetos que añoran un imperio que ya no existe, han arrastrado por los suelos todo lo que uno quería. Menos mal que todavía nos quedan héroes a los que me apetece dar un aplauso.

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