Sabía que según un estudio reciente de la consultora Llorente y Cuenca (LLYC) la mujer en los medios de comunicación está infrarrepresentada? Según el análisis, hay 2,5 noticias más sobre hombres que sobre mujeres en los medios. El dato refuerza la hipótesis, planteada en innumerables ocasiones, de esa mayor presencia masculina en el imaginario colectivo. Otro dato curioso del estudio es que la mención explícita al género es 2,3 veces más frecuente en el caso de las mujeres que en el de los hombres. El estudio bautizó este fenómeno como el "apellido femenino". Por ejemplo, usualmente los medios escriben así: "Una mujer podría ser la nueva presidenta de Estados Unidos", en lugar de "Nombre + apellido real, firme candidata a la presidencia de Estados Unidos". Además, LLYC recoge tras el estudio estadístico que el nombre propio de las mujeres aparece en general un 21% menos en los titulares que el de los hombres y su nombre propio se muestra un 40% menos que el de los hombres en los titulares de las temáticas de especial relevancia. Es decir, el lector se sienta frente a noticias de mujeres sin nombre. Al leer estos datos acercándonos al 8 de marzo, hice balance. A lo largo de mis casi 10 años como periodista en distintos medios, de comunicación y agencias siempre me he sentido respetada por mis compañeros, incluso por los propios jefes. Siempre he creído que la discriminación de género era algo externo a mi vida, que nunca había vivido ningún episodio sexista ni machista. Y ahora, desde la distancia y el tiempo, me doy cuenta de que no es que no lo sufriera, es que yo misma, al igual que tantas, hemos interiorizado determinadas conductas como "normales" y las hemos suavizado. Yo no debería sentirme privilegiada por que me dejen espacio en una columna de opinión para expresar mis ideas siendo mujer. Tampoco por que me dejen poner mi nombre y apellidos a lo que escribo. Y mucho menos porque me den la oportunidad de ejercer mi profesión, sin sentirme menoscabada por el resto de compañeros hombres, que siguen siendo mayoría. Ni siquiera debería estar escribiendo este artículo ni preguntándome si alguna vez me han hecho sentir inferior por mi género. Nunca se me ha prohibido un lugar por el hecho de ser fémina, aunque sí me han mirado con recelo por cubrir informaciones en un mundo tradicionalmente de hombres, como el fútbol, el toreo o (con perdón de los cofrades), la Semana Santa. Una buena amiga me preguntó una vez si yo era feminista y yo lo tuve claro. No estoy a favor ni de ellos ni de ellas. Sí de la igualdad real entre hombres y mujeres.

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