Milei

La mayoría de periodistas han calificado a Javier Milei de “ultra” o incluso de “fascista”, pero estas etiquetas son engañosas

Supongo que el nombre de Javier Milei no le dirá nada a nadie, a no ser que se trate de una persona interesada por la política argentina. En mi caso, conozco más o menos bien la historia de Milei, el candidato “libertario” que acaba de ganar las elecciones primarias de Argentina, porque mi hijo llevaba mucho tiempo hablándome de él. Mi hijo vivió en Argentina y tiene muchos amigos argentinos. Y sus amigos, hartos de la interminable crisis económica –la inflación anual de Argentina es la tercera más alta del mundo–, le dijeron hace pocos días que iban a votar en masa a favor de Milei. Y Milei arrasó. Tal como quedaron los resultados de las primarias, no es descabellado (y el verbo tiene sentido dado que Milei luce una ostentosa peluca) que este anarcocapitalista que propugna incendiar el Banco Central sea el próximo presidente de Argentina.

En España, la mayoría de periodistas han calificado a Milei de “ultra” o incluso de “fascista”, tal vez por sus contactos con Vox, pero estas etiquetas son engañosas porque Milei es un político imposible de etiquetar. Para muchos es un loco o un energúmeno, y es verdad que muchas de sus propuestas suenan a disparates monumentales, pero Milei ha sabido canalizar el descontento de un país destruido por la desesperanza y el hastío. Milei defiende el matrimonio homosexual y la autodeterminación de género, aunque se opone al aborto. Propone dolarizar la economía y reducir el tamaño del Estado a su mínima expresión. Incluso defiende que una persona pueda vender sus órganos si puede obtener un beneficio económico.

El programa no parece muy atractivo –ni muy viable–, pero uno se pregunta a qué clase de abismo ha tenido que llegar un país para que sus ciudadanos aprueben las propuestas estrafalarias de un candidato que pretende incendiar el Banco Central y permitir la venta libre de órganos vitales. La pregunta es interesante, sobre todo porque el peronismo argentino –que lleva mucho tiempo gobernando– tiene muchos admiradores entre nosotros (Sumar es un movimiento claramente “kirchnerista”). ¿Cómo es posible que haya aparecido un Milei? Pues bien, todo indica que la locura intervencionista que convierte a una gran parte de los ciudadanos en perceptores de ayudas públicas ha provocado otra locura de signo contrario que pretende dinamitar el Estado. Pobre Argentina.

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