Hazard, Neymar, Joao Félix, De Jong, Bale, Borja Iglesias, Koundé, Griezmann, Óliver Torres, Lo Celso... Son varios de los muchos nombres que han acaparado la atención en este largo verano. Todos como protagonistas del mercado estival mientras un treintañero sin equipo se esforzaba a diario en el campo que lleva el nombre de mi amigo Manuel Leonardo. La idea era que si llamaban a su puerta le cogiese en estado idóneo para recibir.

Nuestro hombre atiende por Adrián Sanmiguel y fue portero del Betis en la penúltima campaña que el equipo fue a Europa. Se ha erigido Adrián en el héroe de todo el fútbol tras haberle dado a su equipo la Supercopa de Europa, que aunque el fútbol es deporte de equipo, cuando se trata de esa ruleta rusa que es la tanda de penaltis, el papel del portero no admite compañía. Es la soledad del portero en un lance con muchísimo que ganar, casi nada que perder y ahí estuvo el tío.

Es una historia que conmueve por la cantidad de circunstancias que hubieron de darse, pero es una historia que tuvo un precedente. Era sábado, 29 de septiembre de hace siete años, y el Betis visitaba al poderoso Málaga de un jeque que aún creía en el proyecto. Un Málaga fortísimo y un Betis que aún no hacía presagiar la gran temporada que remató. Y en eso que a los diez minutos el justiciero Estrada pitó penalti y expulsión de Casto por derribo a Eliseu y Adrián a escena.

Entró supliendo a Agra y lo primero fue un mano a mano a once metros de Joaquín. Y aunque la tarde en Martiricos acabó de mala manera, Adrián se quedaría con el puesto aun con la nota negra de aquella asistencia a Reyes a los quince segundos del primer derbi del año. Sólo estuvo esa temporada, pues los cantos de la Premier sonaron bien en sus oídos y en el West Ham estuvo hasta este verano para que la vida le llevase de Pilas a Estambul, del Manuel Leonardo a la gloria.