El pasado martes 29 de octubre un magnífico onubense, muy cercano, familiar, incansable defensor de las tradiciones de Huelva, cumplió los cien años. Me refiero como habrán observado por el título de este breve comentario que se trata de Manolo Silván.

Hablar de Manolo Silván es hablar de Huelva, es sentir las cosas de nuestra tierra en primera persona y es palpar el corazón de alguien que solo ha tenido latidos durante toda su vida para esta ciudad que nos vio nacer.

Para mí, Manolo tiene entre sus muchas cualidades el haber sido siempre un archivo viviente onubense. ¡Cuántas veces le he preguntado dudas sobre hechos y fechas para mis artículos periodísticos. Y también otras ha sido él quien me corregía o ampliaba temas vividos hace muchos años.

Manolo Silván entregó toda su vida laboral a esa institución tan valiosa para todos como es el Puerto. Durante muchos años él fue memoria histórica de aquella Junta de Obras del Puerto que siempre conocimos desde niño. Era como un libro abierto que nos podía decir cualquier dato interesante que figurase en las Memorias anuales portuarias o mil anécdotas referidas a los trabajos, proyectos y realidades marítimas relacionadas con Huelva.

Pero lo más esencial es que no solo conocía los secretos más importantes de la vida y desarrollo de estas actividades, sino de otras muchas más de la ciudad. Y eso era porque él las vivió con apasionamiento choquero, que es como hay que sentir todas las cosas onubenses.

Una de sus muchas facetas las dedicó a defender los colores de nuestro entrañable Recreativo, su club, del que nos contaba innumerables anécdotas de aquella época del Velódromo o de las tertulias de la Cervecería Viena o en el Bar Nacional. ¡Qué tiempos, Manolo!

Pero entre tantas cosas como hoy tendría que felicitarle, en su centenario de vida, es por el ejemplo de amor y devoción a la Virgen de la Cinta, nuestra Patrona.

Manolo ha sido miembro de varias Juntas de Gobierno de la Hermandad cintera y siempre fue el paladín de la devoción a la reina del Conquero. No en balde su trabajar por la Hermandad le venía de familia y él supo mantenerla constantemente como una herencia grande de esas por las que nos enorgullecemos quienes nacimos con la brisa del Odiel.

Manolo, en nombre de muchos, muchos amigos de Huelva, felicidades y que sigas disfrutando de la vida con alegría de Huelva. Dios te dé muchas felicidad y que sigas guiándonos por esa senda de la familia y de la amistad, como nuestra prima Pepita ya con ciento dos años. Un abrazo.

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