
En tránsito
Eduardo Jordá
¿Hemos fracasado?
El pasado lunes fui a la Casa Colón de Huelva, para ver la exposición "Preludio para un teatro" de Juan Carlos Castro Crespo, uno de los exponentes artísticos más originales de nuestros pagos, que ha venido a colgar en una de las salas de dicho complejo, si no me equivoco, la friolera de 75 pinturas de diferente tamaño, pero, con un fondo común -que no en la forma-, en homenaje al centenario del Gran Teatro de Huelva.
Juan C. Castro Crespo es doctor y catedrático en Bellas Artes, y ejerce tiempo ha como escritor, pintor y escultor, y asimismo forma parte como académico de número de la Academia de las Ciencias, las Artes y las Letras de Huelva. Sus obras se han colgado en multitud de salas de España, aparte de en diferentes lugares de Francia, Bélgica, Alemania, Cuba, Irlanda o México. Tantas, que se hace imposible describir aquí, en esta columna, su enorme itinerancia más que contrastada y reseñada. También ha recibido -Castro Crespo nació en 1950-, multitud de premios y reconocimientos por su constante y metódico quehacer en pro de la cultura y por haber engrandecido a Huelva, a su provincia, a Andalucía y a España, por su sapiencia y buen hacer.
No soy un especialista en nada, a pesar de lo que algunos otros digan o vengan a decir, pero, hay algunas cuestiones en la vida que me apasionan, que resumiría de la siguiente manera: la literatura -más leer que escribir-, el cine, el teatro y los conciertos de música clásica. Y miren por dónde, casi todas esas cuestiones, esos motivos, vienen a estar recogidos y de qué pródiga forma, en la exposición "Preludio para un teatro" de Juan Calos Castro Crespo, que usted si no desea perderse algo grande, debería pasar a ver en cuanto pudiera.
Tuve poco tiempo para hablar con el maestro -requerido por muchos de los presentes- sobre los detalles, los entresijos, los surcos, las estrías, las miradas, e incluso las formas -la inclusión de lo matérico en buena parte de los cuadros- de esta exposición, que ofrece Castro Crespo como un regalo para los sentidos de quienes se afiancen en su contemplación. Pero, si hay algo que me ha subyugado y mucho, es lo que Juan Antonio González Márquez ha venido a definir en el proemio del libro, editado al efecto, como "la perspectiva desviada", esa inclinación que caracteriza al conjunto y que "apuesta por una ondulación oblicua y que da cierto movimiento a la verticalidad." Vaya a verla decía, me lo agradecerá.
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