Hablar y mentir al mismo tiempo no es fácil. Es como tragar y soplar simultáneamente, algo realmente meritorio y por ello al alcance de pocas personas. Una de ellas es la señora vicepresidenta en funciones del Gobierno de España. Tengo delante de mí el vídeo de unas declaraciones de esta señora, de fechas atrás, en las que aseguraba que la profanación de la tumba del general Franco se iba a hacer de una forma íntima y discreta. El pasado día 24 supimos lo que esta mujer entiende por intimidad y discreción: 500 periodistas acreditados, 14 cámaras de televisión en el Valle de los Caídos, 3 cámaras en el aterrizaje, 5 cámaras en el exterior del cementerio, especial en Los desayunos de TVE, especial en Canal 24 horas, despliegue extraordinario en Radio Nacional de España y tertulias monográficas al respecto desde la mañana a la noche ese día, el siguiente y hasta el sábado en Informe Semanal. Esto sólo en la radiotelevisión pública, en las privadas ni te cuento. Pues menos mal, doña Carmen, que la profanación y paseo por la provincia de Madrid de los restos de una persona muerta hace 44 años iba a ser íntima y discreta, si deciden hacerla pública y notoria lo mismo lo hacen en la Feria de san Isidro. Pues nada, señora, ya lo han conseguido, de nuevo los españoles volvemos a odiarnos un poquito más que ayer y menos que mañana. Todo un logro. Y todo bajo el cuento de "asignatura pendiente", "victoria de la democracia", de cualquier cosa menos de "campaña electoral" para arrebatarle votos a la extrema izquierda. Por no hablar del argumento de supuesta urgencia avalado por el muy desprestigiado Tribunal Supremo que si no fuera por lo que es movería a risa. Urgencia después de 44 años. Ahí es nada.

La profanación "íntima y discreta" me cogió en un largo viaje. Entré dos veces en dos bares de carretera. En ambos una docena de personas y el televisor encendido. Mis acompañantes pueden atestiguar que ni una sola persona estaba mirando el televisor. Me pareció detectar en aquella aparente indiferencia un cierto sentimiento de vergüenza ajena, de algo que produce bochorno, de algo que se está deseando que termine ya. Uno de mis compañeros, profesor de Lengua y Literatura, estaba encendido por el uso analfabeto que se le estaba dando a una palabra mil veces repetida: mausoleo, entre ellos el propio presidente del Gobierno. Franco no estaba enterrado en un mausoleo o edificio funerario. Franco estaba enterrado en una abadía, en una iglesia, en suelo sagrado. Y no por petición propia. Ahora lo han llevado a donde él quería, junto a su esposa. La conjura de los necios fue una reunión de sabios al lado de lo que vimos aquel día. Un macabro esperpento.

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