Visiones desde el Sur

Hacer el amor

Vender la necesidad como virtud, es, en política -las más de las veces-, una obscura aberración

Bueno… vistas como están las cosas en la política española, habrá que hacer el amor, como predica Sr. Chinarro, o, en su caso, enfrentarse a la situación con la paciencia que al parecer esgrimió el santo Job en su azarosa vida.

Porque, no me dirán que no están hartos de tirios y troyanos y de esta furibunda lucha por el poder que cada vez se inquina más, que se ha instalado en nuestras vidas, que nos acostamos con ella, que nos levantamos con ella y que parece durará al menos hasta que se hayan acabado todas las elecciones posibles, basada de forma exclusiva en la captura de votos, dejando de lado, al pairo, los problemas reales de la ciudadanía e importándoles una higa a quienes la instigan, cuál es la salud emocional de la población -porque, de la material, mejor no hablar-. Miren, lo voy a decir alto y claro, sin confusión alguna, porque va siendo hora de que instalemos la palabra, el verbo, el compromiso con la otredad, la ayuda a los más desfavorecidos, a los dependientes, a los enfermos, a los inmigrantes -sí, he dicho inmigrantes, esas personas que vienen a trabajar a este país y que tanto necesitan los empresarios de determinados sectores-, a los graduados universitarios que hubieron de marcharse de este país, muchos de los cuales jamás volverán, a los parados, a los sin techo, a los…, en fin, decía, que ya es hora de colocar la palabra, el consenso, en el mástil adecuado y bajemos del mismo, del dichoso mástil, a unas pocas de banderas partidarias, que representan sólo a un sector o a una parte de la sociedad porque el resto no ve en ellas significación alguna. Decía, y espero que nadie se asuste, que estoy hasta las gónadas, señores políticos todos.

Que conste en acta, además, que lo he dicho en plan fino, para no herir sensibilidades, porque me hubiera apetecido hacerlo de una manera más gruesa, más grosera, sí: más didáctica.

Entre los que quieren marcharse de España y los que desean deshacerse del Estado de las Autonomías, estamos ni más ni menos que los españolitos, esos de los que hablaba Antonio Machado: "Españolito que vienes/ al mundo te guarde Dios./ Una de las dos Españas/ ha de helarte el corazón".

Me dan grima quienes utilizan los derechos inmanentes en la Constitución para llegar al poder, y, una vez instalados, quieren romperla o maniatarla, porque, vender la necesidad como virtud, es, en política -las más de las veces-, una obscura aberración.

Hagan el amor, si pueden, es saludable.

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