Exportar el conocimiento no es un buen negocio

Muchos jóvenes universitarios, aspiran una vez finalizados sus estudios, a conseguir un trabajo fuera de España ante la escasez de oferta de su propio país. En caso de tener éxito, sus padres con lógico orgullo te cuentan que su hija o hijo ha encontrado trabajo en Estados Unidos, Alemania o cualquier otro país que no es España, como si esto fuera un logro añadido.

Si lo pensamos un poco esta aspiración de trabajar en el extranjero es un doble fracaso para la sociedad española, por un lado, España emplea gran cantidad de recursos públicos en una formación de calidad que permite, con gran esfuerzo de las arcas públicas, que de nuestras universidades salgan personas perfectamente formadas para empezar, a partir de ese momento, a ser productivas a su país. Pero resulta que, llegado este punto, la aspiración de muchos de estos jóvenes es dar lo mejor de sí para mayor gloria de otro país, que será el que obtenga rentabilidad de una formación que no ha pagado, y todo porque su propio país, no tiene la capacidad de ofrecerle un trabajo acorde a sus aspiraciones y nivel formativo alcanzado a costa de muchos años de estudio.

Es por tanto un tremendo fracaso, cuando un país invierte en la formación de sus jóvenes para terminar exportando este conocimiento al no poder ofrecerle, no ya una buena retribución, sino un simple puesto de un trabajo. Pero también este proceso migratorio enmascara un segundo fracaso con un coste imposible de cuantificar, pero de un valor muy superior al económico. Me estoy refiriendo a que cuando un joven se va a otro país, encuentra trabajo y forma allí su familia, sus padres terminan perdiendo la convivencia más o menos rutinaria no solo de sus propios hijos sino de sus posibles nietos.

El trinomio abuelo, padre, hijo se descompone no como tal, sino como grupo de convivencia que se interrelaciona de una manera estable, pasando a un modelo de no convivencia donde en el mejor de los casos, podrán verse un par de veces al año, coincidiendo normalmente con el verano y Navidad. Entiendo la tranquilidad de los padres al ver que sus hijos se ganan la vida, pero el precio de hacerlo tan lejos, es la pérdida de un valioso tiempo compartido.

Por supuesto no seré yo el que limite a mis hijos para triunfar haya donde tengan posibilidades, pero si me dan a elegir me gustaría que encontraran un trabajo, acorde a sus estudios y competencias, bien retribuido y en su país, de tal manera que pudiera seguir compartiendo experiencias de una manera mas o menos frecuente.

Que un hijo se tenga que ir a trabajar a otro país es un fracaso para España. Puedo entender que no se comparta lo relativo al fracaso familiar, hay modelos que no valoran esa vinculación de vida compartida, pero lo que es innegable es que exportar el conocimiento de personal cualificado como mano de obra para desarrollar sus competencias para las empresas de otros países, es un fracaso de nuestro sistema, y sino que se lo pregunten a la seguridad social cuando tenga que pagar las jubilaciones de sus padres en los próximos años.

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