España en negro

En parlamentos, calles y prensa, el alegórico duelo a garrotazos se mantiene, aunque modernizado

En los últimos años una serie de historiadores han puesto su esfuerzo en desenmascarar la célebre Leyenda Negra que, desde hace siglos, y de manera interesada se proyectaba sobre el pasado de España. Esta labor redentora de la buena imagen del país parecía tanto más necesaria cuanto que se atribuía su difusión a una enemistad congénita de procedencia extranjera. Se trataba, pues, de una deuda obligada. Casi todos estos trabajos dieron a entender que aquellas cosas terribles contadas y escritas eran pura invención de enemigos exteriores, entregados a la calumnia. Sin embargo, basta con recorrer, sin prejuicios, una parte de la obra de Goya para percibir que también existió una España negra y real, creada dentro de la propia España, consecuencia de fanatismos y crueles enfrentamientos internos de españoles. No sólo el Duelo a garrotazos, obra convertida en triste alegoría de la convivencia hispánica, otros muchos testimonios de este pintor muestran que la española ha sido una sociedad conflictiva y llena de sufrimientos no siempre achacables al mundo exterior. Y si nos ceñimos solo a pintores, el testigo de Goya fue igualmente recogido por Regoyos, Gutiérrez Solana, Sorolla, Zuloaga y tantos otros que, en palabras de Ortega, con sus pinceles removieron nuestras almas para que se vieran las llagas que nos consumían. Por ello, hay que agradecer que, traspasada ya la etapa dedicada a desvelar el papel extranjero en la fabricación de la Leyenda Negra, ahora se abra otra, igualmente necesaria. Y así, en los últimos tiempos, se han inaugurado varias exposiciones que tienen todas, como propuesta recuperar esa negritud interna que se pretendía olvidar: Una historia del arte español en negro (Fund. Unicaja, Málaga), Negra es la Noche (Museo C.Thyssen, Málaga), Sorolla en negro (Museo Sorolla, Madrid) y Por el camino del cementerio: Solana y García-Alix (Gal. Leandro Navarro, Madrid). Con todo, si se quiere comprobar hasta qué punto la vieja España Negra (la nativa) continúa latente, basta visitar la magna exposición viviente de la política cotidiana española. En parlamentos, calles y prensa, el alegórico duelo a garrotazos se mantiene, aunque con instrumentos más modernizados. Pero el fanatismo es el mismo y la crueldad la misma, frente a un adversario convertido siempre en enemigo. Ahora, que la Leyenda Negra, creación exterior, parece desmontada, convendría que nuevos esfuerzos y libros se orientaran a sosegar los tristes espectáculos que aún perduran. Estos sí, obra exclusiva de españoles.

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