Cuando muere un poeta siempre aparece un pájaro. Un pájaro que alza su vuelo frente a nuestras cabezas. Un pájaro bellísimo. Cuando muere un poeta se nos encoge el alma, y vamos a sus versos, tomamos sus libros entre las manos y descubrimos que el poeta no ha muerto, nunca ha estado más vivo. Escribe Handke en Ensayo sobre el cansancio: "Lo que es deviene al mismo tiempo. Lo otro se convierte al mismo tiempo en yo". Juan Carlos Aragón, Antonio Cabrera, mueren los poetas porque son seres humanos. Tan solo se muere cuando se está vivo.

Escribe Cervantes en El Quijote: "Si el poeta fuere casto en sus costumbres, lo será también en sus versos; la pluma es lengua del alma: cuales fueren los conceptos que en ella se engendraren, tales serán sus escritos; y cuando los reyes y príncipes ven la milagrosa ciencia de la poesía en sujetos prudentes, virtuosos y graves, los honran, los estiman y los enriquecen, y aun los coronan con las hojas del árbol a quien no ofende el rayo, como en señal que no han de ser ofendidos de nadie los que con tales coronas ven honrados y adornadas sus sienes".

Pero a nuestra cultura se la come la indiferencia de nuestros gobernantes. Y más que indiferencia diría que ignorancia. La ignorancia de nuestros gobernantes. Y nuestros gobernantes se han empeñado en inmortalizar nuestra inutilidad. Somos borregos con redes sociales que aplauden lo bueno y lo malo. Pero lo malo nunca debe ser aplaudido. Se ha de buscar, como lo hace la poesía, la bondad, la belleza y el bien. Un bien común que es bien personal. Escribía Pitágoras: "Desconfía del ejemplo convencional: piensa por ti mismo". Pero, a estas alturas, se ha dejado de pensar por sí mismo. Y mueren los poetas, respirando. Como murió la tía Babette en un bellísimo relato de Rilke. Vivimos y asumimos las noticias con indiferencia. Con una sana indiferencia. También tenemos derecho a respetar la indiferencia. Entre tanta mentira, tanta manipulación y tanto borreguismo, ser indiferente, en estos tiempos, es un triunfo. Chitarroni termina su novela (extraña novela) Peripecias del no con estas irónicas frases: "El arte no deja huella. No deja una sola idea viva. ¡Qué bárbaro es! Termina con ellas sin tener que matarlas".

Ensayo sobre el cansancio, de Handke, termina: "Es al mismo tiempo mi última imagen de la Humanidad: reconciliada en sus últimos momentos, los últimos de verdad, en un cansancio cósmico". La indiferencia es cansancio, pero también es inteligencia, poesía. Hoy el pájaro sigue volando por encima de nosotros.

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