Elogio del capillita

Yo, capillita confeso, no reniego del término, e incluso lo prefiero a otros más serios u ortodoxos como el de cofrade

Cuentan que fue el escritor y canónigo de la catedral Juan Francisco Muñoz y Pabón el que acuñó el término capillita, para referirse al tipo de sevillano (ignoro si en otros sitios el apelativo tiene también su empleo) con una afición desmedida por las cosas de la Semana Santa y sus cofradías. Yo, capillita convicto y confeso, no reniego de tal, e incluso lo prefiero a otros más serios u ortodoxos como el de cofrade, que sugiere un rictus de severidad ante lo sagrado, un punto ampuloso, que lo aleja del sentido animoso, popular y costumbrista más cercano a la pluma del recordado sacerdote.

Los sufridos capillitas de costumbre y atuendo (pues anda que no disfruta el capillita con el terno de la función principal de su hermandad, chaquetita azul y pantalón marengo, una tarde cualquiera de Feria…) somos objeto de la más ácida y variada crítica tanto desde dentro como desde afuera. Que si el celo excesivo por lo superficial y lo accesorio, que si el eterno teatro barroco de una religiosidad sin Dios, que si la patrimonialización de la ciudad para gozo de unos pocos… No niego los repetidos peligros de la piedad popular, y la delgada línea que separa la devoción de la sensiblería, la popularidad de la chabacanería. Y alguna vez he regalado el Tontos de capitote, de Francisco Robles, de lo mejor que se ha escrito sobre el tema desde los tiempos de Núñez de Herrera.

Pero eso no quita para reconocerle al capillita su fidelidad a prueba de años, su tenacidad para mantener contra cualquier adversidad una tradición de siglos, su trabajo callado para agrandar el patrimonio artístico y devocional de sus mayores y transmitirlo así a las generaciones sucesivas. A los que despectivamente miran por encima del hombro y critican envueltos en los agradecidos aires de la modernidad, habría que preguntarles: y vosotros, en lo vuestro, ¿dónde está vuestra obra? ¿dónde vuestros resultados?¿cuántos se benefician gratuitamente de vuestro trabajo?

Por eso, estos días, cuando vean al muchacho repeinado subido en lo alto del paso, a la chiquilla intentando torpemente colocarnos la cruz de San Juan en la solapa, o al señor ese tan serio dando órdenes terminantes como si fuera un general de infantería, sean indulgentes con su comportamiento, y piensen que es a ellos sobre todo, y a las imágenes de su devoción, a los que le debemos esta maravilla de Semana Santa.

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