
Monticello
Víctor J. Vázquez
Melegek de Budapest
La aldaba
Sale Miriam Nogueras del Palacio del Congreso de los Diputados. Los compañeros de la prensa capitalina le meten las grabadoras y las alcachofas para preguntarle por la posición de su partido (Junts), la debilidad del Gobierno y el futuro de la legislatura, si durará menos que un salivazo en una tabla de planchar o si será agotada para jindama de los candidatos socialistas a las alcaldías. “Es la hora de sacar el máximo para los catalanes”. Ni se molesta en decir las cosas de otra manera, aplicar algún maquillaje amortiguador u ofrecer algo de esa visión de Estado que se le reconoció a ciertos personajes de la derecha catalana independentista de hace ya varias décadas. Al cuerno la estética que la cosa huele a muerto y ya se cava el hoyo mientras se hornean los bollos. Nogueras es la monja codiciosa a la que dan unos días libres para una celebración familiar y aprovecha para hacer caja y regresar con las maletas y los bolsillos llenos para el convento, que es donde está su verdadera familia. Es fiel discípula del delincuente que tiene por jefe remoto. Nunca cambia, se puede uno fiar de esta Nogueras de carácter acerado. Nuestro reto consiste en no considerar normal ese tipo de declaraciones, esa vehemencia, esa chulería de quien está pasada de rosca y se regodea en la debilidad evidente del presidente del Gobierno más débil de la democracia, con menos límites morales y dispuesto a sobrevivir vendiendo la dignidad y el alma. Asistimos a una decadencia lastimosa en la que hay dirigentes que no se respetan a sí mismos, hace tiempo que se perdieron las mínimas normas de decoro y se pretende que las peticiones de perdón sustituyan a la asunción de responsabilidades. Un Gobierno frágil y acosado por la corrupción ha arrastrado la vida pública española a un nivel de degradación y de desfachatez que solo hemos visto anteriormente en el fútbol. Con gente como Nogueras no se puede ir ni a la esquina. Mala compañera de alianzas. Nos ofrece su mejor autorretrato cuando se jacta de un estilo reprobable. No esperábamos nada de ella, acaso que guardara las formas. Pero asoma el pelo de la dehesa a la mínima. Así paga el diablo a quien bien le sirve. Pobre Pedro, se juntó con malas compañías. ¡A sacar, a sacar, que es la hora de sacar más para el convento! Junts y su vocación por las razias. Insaciables.
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