Juanma G. Anes
Tú, yo, Caín y Abel
Los afanes
S E Se le atribuye a Pitágoras el dicho "no siga las opiniones de la multitud", algo que en la actualidad y gracias entre otras cosas a las redes sociales y al poco pensamiento propio del individuo no se ejercita. El escritor Marcos Chicot, autor de El asesinato de Pitágoras, llegó a comentar en una entrevista que "Pitágoras es el hombre más influyente de la historia". No lo dudamos. Platón, en su diálogo Protágoras o Los Sofistas, no lo incluyó en la lista de los siete sabios de la antigüedad. Jenófanes o Heráclito dejaron comentarios despectivos sobre su persona o sobre su pensamiento. Pero claro, todo tiene una explicación.
Hemos comentado en esta columna, más de una vez, que la democracia no existe. Tal y como la conocemos es un enorme bulo patriótico. Aquellos que crearon falsamente el concepto de democracia no pueden defender a Pitágoras ya que él propugnaba una teoría política ajena a este término. O mejor, y no piensen lo que no es, la falsa democracia no era para Pitágoras la mejor forma de gobierno. ¿No le suena de algo? En nuestro tiempo quien no esté de acuerdo con la oficialidad, quien se oponga ideológicamente al gen imperante, está fuera de la opinión, de la verdad y del sistema. Pitágoras fue el hombre más influyente de su tiempo, no lo dudamos.
Todo cuanto nos rodea es mentira. Todo. Puede comprobarlo, aunque claro, no lo hará porque el hecho de investigarlo le puede acarrear más problemas que beneficios. Y así nos encontramos: callados y desamparados. Nunca nos hemos sentido amparados por los políticos. En cambio, sí hemos notado cierto amparo por el Estado, por las instituciones, por los jueces, por esa errónea democracia que nos rige y que a fin de cuentas era y es un intento. Sentíamos una sensación de cierta seguridad, de amparo, es el término que mejor define la sensación.
En la actualidad, no nos sentimos amparados por nada ni por nadie, es más la sensación que tenemos, y no se hace extensible a nadie, es de desamparo total. El Estado no nos protege, ni nos ayuda, ni nos apoya, ni nos enseña, ni nos guía. Nuestra ilusión exclusiva es seguir vivos, nos levantamos por las mañanas para hacer lo que tengamos que hacer, sin amparo, sin apoyos, y lo más grave, ahora y siempre sin libertad. Es el desamparo. Y no hay otro término que lo defina mejor, aunque la RAE no pueda explicarlo en sus páginas.
Si algún lector se interesa por la figura de Pitágoras, le recomiendo el libro de David Hernández de la Fuente Vidas de Pitágoras publicado este año por Atalanta. No les defraudará.
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