En los grupos sociales es donde mejor se aprecian los rasgos que definen la personalidad de sus componentes. A más peculiaridades compartidas, más cohesión y mayor popularidad en el grupo. Conocen las estrategias necesarias para sobresalir: memorizan nombres, se comunican adecuadamente, son abiertas… Saben "estar" en una palabra.

Una persona popular es Isabel Díaz Ayuso, por ejemplo. Los expertos en relaciones humanas conocen bien la importancia que tiene una buena expresión oral (Ayuso la tiene); es importante actuar como modelo ante los demás (Ayuso lo hace). Los sujetos populares disfrutan, o lo fingen, de los que la rodean… Ayuso sería la persona más popular de la Comunidad de Madrid, si fuese capaz de no juzgar, y a su manera, a los demás. Lástima que lo haga más de lo permitido por la ética.

Hace unos días el sector del taxi, en contra de una normativa que les afecta gravemente, se enfrentó con la Presidenta de la Comunidad que, a modo de reina y señora, y practicando eso de "la mejor defensa es un buen ataque", ha ido a por la yugular de Mónica García y ya que estamos, también por Ada Colau; sea por lo que sea, cualquier motivo puede valer para sacar la espada. Como buena actriz, Ayuso declaró cómo está "altamente comprometida" con el sector del taxi (no, no le tembló la voz, me han dicho). Tampoco tuvo reparo alguno viendo como los representantes del taxi abandonaban la Asamblea de Madrid entre los gritos acusadores hacia las derechas.

Siempre hay algo de espectáculo en estas salidas de tono, a las que lamentablemente nos vamos acostumbrando, pero se quedan cortas con el último montaje que, con o sin attrezzo, ha montado la señora Presidenta. Ansiosa de cualquier tipo de protagonismo, ahora decide revisar los libros de texto para comprobar la adecuación a las edades del alumnado y al curriculum, y animosa para mandar a los suyos a detectar ese material "sectario". Inspectores y funcionarios autonómicos deberán dedicarse ahora, no a velar para que los contenidos de enseñanza mejoren el aprendizaje, no. A partir de ahora, la Inquisición (perdón, la Inspección) rastreará, seguramente utilizando el olfato, dónde puede haber motivo de denuncia. Para darle más relevancia, Ayuso no solo amenaza con solicitar amparo ante las instituciones europeas, sino que asegura que reunirá a las Asociaciones de libreros para que ayuden en la investigación detectivesca.

Cuídense los ayusistas, que el que demonios da, diablos recibe.

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