Cuando en este oficio de la opinión libre e independiente uno se ha empeñado en no ser vocero de nadie, ni dejarse obnubilar por las pasiones propias de los tiempos que vivimos ni nos mueven odios, revanchismos ni resentimientos personales, nos atrevemos a considerar como oportunos y sensatos los criterios de aquellos con los que se puede discrepar, sobre todo por hechos del pasado, pero no puede menos de tener en cuenta su experiencia y el grado de su valiosa categoría de estadista. Una vez más, y aunque alguno nos critique, estamos de acuerdo con el ex presidente Felipe González cuando afirma que en este momento histórico que estamos viviendo: "hay algunas decisiones que llevan a callejones difíciles y estrechos, con salidas complicadas si no se tiene claro cuáles son los marcos de convivencia que hay que respetar".

Cualquiera que sea la opinión se puede apreciar con clarividente nitidez el callejón en el que se ha metido el presidente del gobierno presentado con toda pompa y circunstancia, como ya es habitual en todas sus actuaciones, en esa solemne obertura del Liceo de Barcelona, santo y seña de la burguesía catalana de toda la vida y ostentoso preludio de la bufonada protagonizada entes de la salida de la prisión por los golpistas indultados cuando se ponían de acuerdo en que cara iban a poner, de victoria o de funeral, cuando irrumpieran en la calle frente a sus huestes y reporteros gráficos. Otra actuación teatral en este caso de auténtica vergüenza ajena y digna de una burlesca carcajada si no fuera porque es la evidencia de una humillación e indignidad, fehacientes para la justicia y para el resto de los españoles. En suma una farsa, una tomadura de pelo con dinero público que puede embaucar a muchos de sus fanáticos, al gobierno (¿), a los empresarios, a los obispos pero no a los miles y miles de españoles que no estamos dispuestos a dejarnos engañar.

No es posible que tengan mucha credibilidad quienes hoy afirman lo que mañana niegan, hoy prometen una cosa y mañana hacen otra, pisotean la Constitución que han jurado y traicionan impunemente el Estado de Derecho. Y no nos olvidemos del Tribunal de Cuentas y los 5,4 millones de euros de promoción exterior y búsqueda de apoyos internacionales para el proyecto independentista, que implica a varias consejerías y está abierto a los ex presidentes de la Generalidad Artur Mas y Carles Puigdemont, dos ex consejeros y 35 ex altos cargos y funcionarios de la Administración catalana. Dinero de todos los españoles para auspiciar la ruptura del país. ¿Esto también es el perdón como quiere el presidente? ¿Es qué aquí todo vale? Como dice el inservible ministro de Universidades, Manuel Castells: "Condenar a un alumno por un suspenso es elitista". En suma pasar el curso o conseguir un título con suspensos. Él y su petulante colega, la ministra de Educación, Isabel Celaá, ya tienen un buen slogan para su próxima campaña electoral: "Yo te apruebo, tú me votas".

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