Visiones desde el Sur

Buleros

Los buleros son tan viejos como la humanidad y existirán el mismo tiempo que estemos en este planeta

La RAE define al bulero como "funcionario comisionado para distribuir las bulas y recaudar el producto de la limosna que daban los fieles". En El Lazarillo de Tormes, publicado en 1554 y prohibido por la iglesia cuatro años después, se utiliza ya una de las formas más profundas de mostrar la corrupción en su seno. No en vano de los nueve amos que tuvo Lazarillo cinco tienen relación con este estamento. Cuando Lázaro deja a su amo ciego y se encuentra con el clérigo, dice: "Escapé del trueno y di en el relámpago". El quinto amo de Lazarillo es un bulero, un religioso que iba de pueblo en pueblo vendiendo indulgencias o remedios para lo que fuere, porque de lo que se trataba era de sacar dinero ofreciendo estancias celestiales después de la muerte.

Este nihilismo que también se da en personajes como Don Juan, La Celestina o los Cuentos de Canterbury, viene a definir la perversión de la conducta de individuos que, predicando una cosa, se dedican a la contraria en beneficio propio. Al bulero de Canterbury le hace decir Chaucer: "No me importa corregir el pecado. Me importa un bledo que, cuando se mueran, se condenen. Os contaré brevemente mi intención: sólo predico por dinero". A nadie se le escapa, claro, que estamos hablando de literatura, es decir de fantasías, de cuentos, de novelas.

Pero las mismas se alejan poco de la realidad. Los buleros son tan viejos como la humanidad y existirán el mismo tiempo que estemos en el planeta Tierra. En España, para nuestra desgracia, estamos en época electoral permanente desde hace años. De ahí que los viejos y nuevos buleros nos vendan la dicha de ser parte de proyectos, de organizaciones, de elixires que nos llevan directamente a la felicidad o a una vida más placentera e igualitaria. En definitiva, a paraísos perdidos por citar a Marcel Proust o a John Milton.

Cada organización del tipo que fuere puede publicitar lo que a bien quisiere en la tierra o en el cielo, si les place. Es su obligación como sistema organizado, pero, también, es nuestro derecho recibirlas o no como ciudadanos. Lo que ya salta los plomos es que nos hagan tragar ruedas de molinos de forma iterada. Y es que, estamos hartos de mentiras, de farsantes que predican en las ondas o en los púlpitos un posicionamiento ante la vida y luego viven chupando de la teta madre, la de todos; de personas, en definitiva, que sólo pueden ser calificadas de buleros sean de aquí o de acullá. Pícaros, por excelencia.

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