
Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Tiempos de rebelión
La otra orilla
Nos están empezando a decir ¡No! Son muchos años en los que parecía que todo era posible, que todo era comprable, recursos ilimitados para un deseo voraz. Cuando nos aburrimos de lo material o ya no nos cabían tantas cosas en casas cada vez más pequeñas, inventamos trasteros y también "experiencias", más, siempre más, sin parar. Nos han estado cebando como a ganado, da igual que fuera de alimento, de cerveza, de series de televisión a la carta, quitándonos horas de sueño, nos han obligado a viajar miles de kilómetros en incómodos aviones, no para conocer, sólo por el hecho de poder decir a otros que hemos estado. Empachados, hemos llegado a aburrirnos a pesar de no parar un solo instante. Y ahora, un ser microscópico nos hace parar en seco, casi sin tiempo, y no estamos dispuestos y nos negamos y pretendemos hacer del toque de queda unas vacaciones en la playa, una nueva oportunidad para un mercado en caída libre toda vez que su discurso ya no se sostiene.
Somos una sociedad malcriada, que se cree con derecho de pedir lo que sea y cuando sea: comida, objetos, siempre y ya, ese es el éxito de todo el negocio. Han cultivado hasta la hipérbole el individualismo, nos han dicho tantas veces que somos únicos y maravillosos, han personalizado tanto los mensajes publicitarios, que nos hemos creído que tenemos el derecho prevalente. Esa sensación impagable de entrar en un concesionario a comprar un coche y ver la cara del vendedor diciéndonos… eres lo más importante. Por eso ahora nos negamos como niños a que nos digan lo que tenemos que hacer, a esperar cola, a obedecer, a poner por delante la opinión de expertos a pesar de que, en el fondo, yo sé a ciencia cierta de dónde viene todo y cómo solucionarlo porque lo leí en wikipedia y vi en youtube.
En la Naturaleza prima la preservación, lo colectivo y el sostenimiento equilibrado, y de tanto en tanto se producen regulaciones y depuraciones.
Parece que ha empezado una de ellas, no es nuevo, esto ya ha ocurrido antes, muchas veces, en la larguísima historia del Cosmos. Da igual que lo queramos aceptar, que no nos hayan pedido permiso, que sea un momento inoportuno, ya puestos mejor esperar a después de Semana Santa. Vistámonos de saco y andemos entre cenizas, agachemos la cabeza y reconozcamos la pequeñez, reconozcamos cuanto antes que nos están diciendo claramente ¡No!
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