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Según la Biblioteca Nacional de España, la iniciativa de celebrar el Día de la Madre partió de un funcionario del Servicios de Correos de Carlet (Valencia) con alma de poeta. Así lo contaba el diario La Libertad de Madrid el 28 de octubre de 1925: "Un poeta levantino, Julio Menéndez García, ha tenido la feliz iniciativa de que en España y en las naciones de habla española se consagre un día a enaltecer el amor a la madre. La implantación de El Día de la Madre es algo tierno y simpático, que merece ser acogido por Gobiernos, Prensa y opinión al envolver el más alto tributo a la mujer en su más augusta representación". Una curiosa anécdota que hizo que se implantara un día con tintes comerciales pero que sirve de excusa para dedicar un te quiero a la mujer de nuestras vidas y demostrarle que, a pesar del egoísmo de los hijos, nunca habrá un amor más sincero que el de una madre. Como decía Rigoberta Bandini en su Ay, mamá, "Tú que has sangrado tantos meses de tu vida, perdóname antes de empezar. Soy engreída y lo sabes bien". Ella siempre perdona, tiende la mano y cose las heridas más profundas del alma. Sus ojos cuando te miran no ven lo mismo que el resto, saben leerte porque solo ella ha estado a los pies de tu cama cuidándote día y noche en los días malos. Es un ángel, muchas veces invisible, que no ves pero que te presta sus alas cuando apenas te quedan fuerzas para levantar el vuelo. Generosidad desmedida, paciencia infinita, comprensión, consuelo y también fortaleza. Esas son algunas de las virtudes que tienen nuestras madres y que los hijos, en nuestro devenir diario, pasamos por alto. En mi caso, la vida me concedió la suerte de tener una madre sencilla, entregada y extremadamente prudente que ha sabido regalarme con su ejemplo una forma de ver la vida en la que lo más caro no cuesta dinero. Con firmes creencias religiosas y unas raíces "de las de antes", ha sabido guiarme sin marcarme el camino, dejándome recorrer mis propios pasos desde la libertad y el sentido común. Quizá mi profesión de periodista tenga mucho que ver con mi padre, amante de las letras y persona que siempre me ha inspirado sobremanera. Pero lo que mi madre no sabe es que en la fuerza, el tesón y la capacidad de lucha ella ha sido mi mejor maestra. Siempre ha estado detrás de él, en la sombrita, pero mirándole orgullosa y celebrando que sus hijos siempre lo tuvieran de ejemplo. Detrás de mi padre en lo público y detrás también en casa. Los reconocimientos y aplausos nunca han sido para ella, pero poco le ha importado. Y hoy, a mis 33 años, no puedo sino decirle en público lo grande que es para mí, lo orgullosa que me siento de ser su hija y la suerte que tengo de saber que alguien como ella es mi madre. A ti mamá, y a todas esas otras madres de ayer y de hoy, gracias por regalarnos el mundo los 365 días al año. Sin vosotras, nada tendría sentido.
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