Visiones desde el Sur

Apaños

Muchos de los actos que provocan estas ramas de la política a veces generan náuseas e inconvenientes

La diplomacia es un mundo acotado a las miradas. Sus acciones y los efectos que generan también; se parecen a un dominó en hilera: vemos cómo se abaten las fichas, pero no la mano que tumbó a la primera para que cayeran todas. Esa mano es la de la diplomacia, siempre oculta y muchas veces siniestra y aterradora. Sirve a intereses que la ciudadanía ignora y que quedan en un vacío incomprensible. En una de sus acepciones la RAE la define y con razón como "habilidad, sagacidad y disimulo".

Sé con certeza y no por intuición que las cosas son así; tengo la edad suficiente como para poder afirmar esto. Y algunos dirán que no puede ser de otra manera y llevarán razón, no se las niego. Pero muchos de los actos que provocan esta rama de la política que se ocupa de las relaciones internacionales, a veces generan no solo náuseas sino también multitud de inconvenientes, aparte de la muerte de miles o cientos de miles de inocentes que los Estados asumen como coste necesario o daños colaterales. Una verdadera aberración ética.

Detrás de ese conjunto de procedimientos que regulan las relaciones entre los Estados siempre se esconde un beneficio económico o político poco o nada confesables por alguno o algunos, ya sean sujetos individuales o empresas y corporaciones privadas o públicas, y por supuesto gobiernos. Los intereses personales, familiares y sociales de los damnificados son secundarios y hasta prescindibles en estos tratos; van en el mismo lote del acuerdo que se hizo, aunque el mismo no esté por escrito y jamás quede constancia de ello, excepto que algún historiador o algún "espía" los saque a la luz con el paso de los días; pero, entonces, los hechos se habrán consumado y el destrozo será irreversible.

Viene todo esto a colación porque es literalmente imposible que los talibanes hayan conquistado Afganistán en poco más de una semana -sin la existencia de acuerdos previos para que los mismos se hicieran con el poder-, por parte de los países occidentales que estaban en el territorio y de algunos otros países árabes con los que mantenemos negocios. Es decir, y me voy a arriesgar, esto estaba consensuado. Las razones de por qué ha de ser así se me escapan. Lo único que me lastima son las decenas de miles de muertos que lucharon por implantar una democracia en dicho territorio, el sueño eclipsado de un pueblo por vivir en libertad y la mazmorra en la que volverán a entrar de nuevo las mujeres, que no es poco.

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