Cambio de sentido

'Alemaña'

"Soy español de Alemania. Soy la memoria de mis mayores, quien recuerda a mis hijas de qué dignidad proceden"

Yo no soy de esas que se van tres días a Madrid y vuelven hablando fino", me respondió. Verdad. Aquella mujer plena llevaba 56 de sus 82 años en un pueblo de Alemania y hablaba con impoluto deje malagueño. Llegó cuando aquel éxodo de hambres, desde esa España que soltaba a "la morralla" ("de esa misma morralla, morrallita que soy yo", canto por Carlos Cano) de regiones pobres como Andalucía y se guardaba para sí la mano de obra cualificada. Aquella señora y yo seguimos de casquera. Recordé El armario, el relato de Fernando Quiñones en el que una andaluza en Alemania habla con otra recién llegada (mientras tanto, en Andalucía y en la penumbra, cruje el armario que ha quedado solo y vacío en la casa cerrada). Les cuento: para que su padre la dejara venirse a trabajar tuvo que casarse por poderes con su novio, que ya estaba en Alemania. En su foto de boda, más que blanca y radiante, sale sola. Ya en Hausach, una pareja del lugar los acogió como si fueran compadres, y desde entonces lo son. Los propios obreros abrieron una escuelita vespertina para que sus chaveas aprendieran bien el español. Hoy, sus hijos son parte activa de la vida cultural de la ciudad. Uno de ellos, de marcado acento alemán, me cuenta que en su pasaporte sólo consta, porque así lo quiere, la nacionalidad española. "Porque soy la memoria de mis mayores, la barquilla que orilló mi padre, quien recuerda a mis hijas de qué dignidad proceden. Aunque cuando voy a España me llamen el alemán y cuando estoy aquí sea el español". Alemaña, permítanme que me invente la palabra: he aquí su patria movediza. La de ellos y la de miles de andaluces transterrados por una de las principales causas políticas que existen: que aquí hacía hambre. Como ahora la hace más allá del muro que existe en la imaginación de los peores hombres.

De regreso a Offenburg bordeando los pueblitos, pregunto al español nacido en Alemania que se ofreció generosamente a acercarme en su coche al tren: "¿Cómo ves el momento político de nuestro país?". Medita en silencio la respuesta. "Desde lejos se escucha un gran ruido que no resuelve nada. Discuten alto todo el tiempo, se alteran y enzarzan. Son incapaces de anteponer el país a sus ambiciones. La nueva soberbia escupe en las viejas heridas. Algunos sólo provocan. Mientras, no se hace nada, el país no vive, ni se aviva. ¿Para qué hemos votado? Los políticos contagian al pueblo esta actitud. Hasta aquí llega la pena, compatriota, hasta aquí llega la pena".

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