En las muchas alarmas que ha provocado el preacuerdo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, una muy significativa e inquietante es la suscitada por la ministra de Educación, Isabel Celaá, al lanzar una carga de profundidad contra la libertad de educación, una contundente andanada contra la educación concertada, al afirmar en el curso del XV Congreso Escuelas Católicas que el derecho a escoger colegio "no está recogido en el art. 27 de la Constitución" en un Congreso ante más de 2.000 católicos. Estas sorprendentes declaraciones contravienen rotundamente el punto 1 del art. de la Constitución, que reconoce la libertad de enseñanza, y el punto 3, sobre el derecho de los padres "para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones". La opinión, claramente intencionada de la ministra parece augurar los planes educacionales que el Gobierno que pueda surgir de la coalición que alienta su presidente, se encamina a la política educativa que preconiza Unidas Podemos. Un signo de complicidad y acercamiento para asegurar su Ministerio. Aunque rectificara -a su manera- participa de la ambigüedad y la desequilibrante equidistancia de su jefe.

Y es que estos proyectos auspiciados por el preacuerdo, además de lo dicho, de poner en peligro el orden constitucional, de dinamitar la transición del 78, de apoyar la celebración de un referéndum de autodeterminación en Cataluña, de exaltar el papel histórico de ETA, de referirse a los procesados como presos políticos, de atentar con el principio fundamental de nuestro sistema -no en vano son antisistema- como es la Monarquía, elevan el riesgo de nuestra economía, que han cuestionado siempre, así como la política fiscal. Todo lo cual implica, como está demostrado, la estampida de empresas inversoras que, preocupadas, por los cambios laborales que se anuncian y el adelanto de ajuste de plantillas, paran los contratos ante la incertidumbre planteada por el pacto Sánchez-Iglesias.

Se comprende que en las actuales circunstancias el ciudadano, consciente e informado -hay muchos que pasan de toda inquietante actualidad y casi la mitad ni votan-, se sienta alarmado en esta España constreñida e ingobernable por extremismos radicales, uno de ellos apoyando al nacionalismo separatista que quiebra el país, favorecido por una prescindible y arbitraria Ley Electoral. Todo propende entonces a la inestabilidad, la desconfianza y el desconcierto. En buena parte ocurre cuando las vísceras se imponen a la razón, cuando la ambición y la pasión superan los legítimos intereses del país. Ningún territorio tiene derecho a decidir. Conculcaría el principio de igualdad que tantos invocan, la gran contradicción de la izquierda. Los creyentes recordarán la afirmación de la carta de Pablo a los corintios (12:12-27): "Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, constituyen un solo cuerpo".

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