La misma rabia de siempre

Alas 13:52 del domingo Abel estaba de patitas en la calle con Mudanzas Carretero esperando la llamada. A las 13:53 la fortuna, la calidad de Arjona, el destino, La Providencia, el mero fútbol o todo eso junto hizo que el entrenador sevillano permaneciera una semana más en el banquillo albiazul. El que dice siete días dice catorce, o veintiuno o sabrá Dios, porque una vez preparada la guillotina aguantar con el seguro puesto para mantener la navaja inmóvil es harto complicado. Y más con mayo a la vuelta de la esquina; ya me entienden.

El Recre puede verse inmerso, si es que no lo está ya, en un proceso de 'lopetemonchificación' -permítanme la comparación- en la que muchos en la grada y en sillones bastante más cómodos que los de plástico del Nuevo Colombino (por cierto, ¿algún día adecentarán todos o sólo va a quedar eso para ciertas partes altas?) no confían en un entrenador cuyo equipo juega bastante mal y que en puntuación no responde -hasta hoy- a las expectativas. Ojo, sin ser el único responsable, porque aquí lo del barquito común para las buenas sigue vigente para los momentos duros. Yo me sigo planteando cuestiones que imagino también abordarán otros: ¿de verdad puede depender la continuidad de un preparador de un tiro que, de haberse ido sólo unos centímetros más alto o a la izquierda, no hubiera acabado en gol? Y, en especial, ¿tiene pinta esta plantilla de poder pelear por todo, como debería?. Únicamente Abel y los jugadores poseen las respuestas: si ganan mucho irán convenciendo hasta a los más escépticos y, si cuando no venzan, dan una imagen diametralmente opuesta a la de los últimos partidos quizás sigan acumulando crédito y tiempo. Es inútil buscar otros fantasmas. Lo de pedir paciencia a una grada que lleva encima todo lo que lleva encima, en lo deportivo y extradeportivo, me sigue sobrando estando donde estamos. Esta afición está más que acostumbrada a sufrir los domingos y nadie puede solicitarle más sacrificio en ese sentido: lo que no quiere es sufrir más los lunes al mirar la clasificación. Por eso mucho cabreado durante 94 minutos -con toda la razón- gritó en el 95 gracias al tanto salvador con la misma rabia de siempre: porque ganó su Decano. Y en eso consiste esta historia.

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