Análisis

rogelio rodríguez

Como boca de lobo

Nuestros gobernantes reniegan de la convivencia gestada tras 40 años de dictadura

La España de la Transición está en la UCI. El Gobierno PSOE-Podemos y sus socios de investidura y cabalgata han aniquilado el espíritu de perdón y consenso. Son mayoría en el Parlamento y los que aspiran a desbancarlos en unas futuras elecciones, PP, Vox y lo que reste de Ciudadanos, andan a la gresca entre ellos, actúan a la contra, practican juego sucio en asuntos como la salud y carecen de líderes políticamente sólidos y fiables. Nunca una moción de censura contra el jefe del Ejecutivo estuvo tan justificada, pero la que ha presentado Vox contra Pedro Sánchez es inviable y tampoco servirá para debilitar al ya desenmascarado inquilino de La Moncloa. Nada que ver con la que en mayo de 1980 el PSOE registró contra Adolfo Suárez también a sabiendas de que no podía prosperar. En aquel momento Suárez era un presidente acosado a izquierda y derecha y abandonado en la UCD por buena parte de los suyos, aunque años después muchos confesarían su ingratitud y alguno su traición.

Aquella iniciativa de censura fracasó, según lo previsto, pero no el objetivo: acelerar la caída del memorable político de Cebreros y ahormar el gran triunfo electoral del socialismo democrático encabezado por Felipe González, entonces seductor e implacable. Ahora las circunstancias son diametralmente distintas y comparar los nombres propios de aquellas legislaturas, no exentas de graves dificultades, con los dirigentes actuales es una imperdonable ofensa a la razón. Vox no apabullará a Sánchez. El rédito de ambos está tasado. Los ultraconservadores solo pretenden espacio en los telediarios y que el PP de un paso más hacia el precipicio para ocupar su espacio electoral. Y cabe no descartarlo, visto el atribulado panorama de los populares, un partido de gobierno al que las destapadas cavernas de su pasado lo abocan a un proceso de refundación.

El caso es que, salvo mediación de los hados, el país se encamina hacia otra calamidad histórica. Si el drama sanitario y económico es tremebundo por culpa, sobre todo, de la pandemia, la política deriva hacia una crisis institucional -más o menos similar al tiempo de estertor de la II República- que barrena la Monarquía parlamentaria y derruye la estructura del Estado de derecho. Pero lo más ominoso es que esta acometida de recesión anticonstitucional de las distintas formaciones independentistas está espoleada por los ministros frankestein del Gobierno, con el clamoroso silencio copartícipe de su presidente.

En el mayoritario sentir ciudadano, el porvenir del sistema -el de toda una generación o el de varias- ha dejado de ser una incógnita para convertirse en una certeza: negro como boca de lobo. Nuestros gobernantes reniegan de la convivencia que se gestó tras 40 años de dictadura. Y lo hacen con jactancia, con impunidad, incitando a la confrontación y burlándose incluso del sistema de garantías constitucionales, mientras la sociedad civil se muestra impávida, aletargada, absorta, temerosa y ciega. Mario Benedetti no habría escrito aquí y ahora su hermoso poema sobre el optimismo: "Aunque el frio queme/ aunque el miedo muerda/ aunque el sol se esconda

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