El lepero olvidado que viajó con Colón (y que no era Rodrigo de Triana)

Nueva ‘Colección documental de la villa y señorío de Lepe (1268–1506)’

El historiador e investigador Antonio Mira rescata más de cien documentos desconocidos con nuevos detalles sobre Lepe, como la historia de Pedro Izquierdo

La ilustración recrea el primer avistamiento de tierra en el viaje del descubrimiento de América.
La ilustración recrea el primer avistamiento de tierra en el viaje del descubrimiento de América.

Las cosas, como son. Cuando alguien se llama Leonardo da Vinci, lo lógico es pensar que su nombre es Leonardo y que viene de Vinci. Lo mismo que si su nombre es Fray Luis de León, o Francisco de Asís, o Tomás de Torquemada o Jesús de Nazaret, así que, ya puestos, lo normal sería que si alguien se llama Rodrigo de Triana, de donde venga no sea precisamente de Lepe. Este argumento es, entre otros, el que muchos historiadores han empleado para contradecir la versión tradicional de ‘Rodrigo, el lepero’. El origen del primer hombre que supuestamente avistó la orilla del Nuevo Mundo lleva siglos siendo objeto de debate, aunque hasta el momento nadie ha podido demostrar nada: ni que viniera de Triana ni que lo hiciera desde Lepe. De aquel avistamiento solo se saben tres cosas: Una, lo que narró el propio Cristóbal Colón en el diario de su primer viaje, “…esta tierra vido primero un marinero que se decía Rodrigo de Triana…”. Dos, lo que años más tarde, en el primer volumen de La historia de las Indias, publicado en 1552 y escrito por Francisco López de Gómara, se contaba sobre que “…luego vio lumbre un marinero de Lepe y un Salcedo” y que “a otro día siguiente, que fue 11 de octubre del año de 1492, dijo Rodrigo de Triana: «Tierra, tierra»”. Y tres, que, al final, ni uno ni otro: fue Cristóbal Colón quien se auto proclamó primer avistador, y así constó en las actas que le daban al almirante la presunta recompensa que había prometido la reina Isabel. No aclaró nunca López de Gómara si el lepero que “vio lumbre” fue el mismo que dijo “Tierra” o si eran personas distintas. Si lo eran, confirmaría que hubo un lepero que vio tierra, y que lo hizo antes que Rodrigo de Triana e incluso que el mismísimo Colón, y si era el mismo, todos quedarían al fin conformes con respecto a la procedencia de Rodrigo. Lo que pasa es que, como se decía hace apenas unas líneas, nunca quedó claro, aunque ahora, eso sí, se sabe una cosa más: que con Colón sí que viajó un lepero, y que no se llamaba Rodrigo, sino Pedro. Pedro Izquierdo, para más señas, que aunque acabó preso, terminó siendo liberado por haber sido uno de los marineros protagonistas del singular viaje. Toda esta historia, y muchas más, las acaba de recuperar el historiador cartayero Antonio Mira, que las publica en su nuevo libro, Colección documental de la villa y señorío de Lepe (1268–1506), una obra en la que reúne 127 documentos hasta ahora desconocidos de los siglos XIII al XVI con los que rescata para todos una parte olvidada de la memoria de los leperos y, en definitiva, de la propia provincia.

La historia, a veces, escribe con renglones torcidos, especialmente cuando no tiene otro soporte sobre el que hacerlo que la endeble tabla de plastilina del relato legendario, la fábula o la anécdota. Por suerte, existen los archivos, que hasta hoy son el único soporte fidedigno, o casi el único, del conocimiento y la memoria de la Humanidad. Justamente por eso han sido durante siglos objeto de la destrucción sistemática, especialmente en los conflictos armados, cuando no del descuido por desidia, incultura o dejadez de los administradores por cuyas manos han ido pasando. De entre todos ellos, los archivos municipales han demostrado a menudo su importancia no solo porque permiten estudiar la historia más cercana, sino también por el impacto que su conocimiento tiene en el presente y en el futuro. Puede parecer increíble, pero Lepe, el municipio onubense de mayor población y con una antigüedad que se remonta a la época altomedieval, no dispone en la actualidad de un archivo histórico donde preservar la memoria colectiva de sus gentes ni, hasta ahora, de una colección documental con la que empezar a recuperarla.

Con esta nueva publicación, Antonio Mira ha logrado reunir en una misma obra más de un centenar de documentos desconocidos de los siglos XIV y XV, que además han sido rigurosamente transcritos bajo los criterios de la Paleografía y la Diplomática y en los que el lector no va a encontrar un relato al uso ni un libro clásico de historia, sino una herramienta que “servirá de ayuda para futuras investigaciones”, como asegura el autor. La obra, recogida en un volumen de 445 páginas, es también un acto de rescate frente a la amnesia colectiva. Con este libro, Mira ha reconstruido lo que debería haber sido parte del archivo histórico de Lepe, explorando una quincena de archivos locales, provinciales y nacionales repartidos por todo el país a lo largo de varios años. Ni siquiera Mira Toscano era consciente “de lo poco que se había escrito sobre su historia”, una especie de “amnesia colectiva que los leperos se han autoimpuesto al ignorar su historia” y que “tiene sus consecuencias”.

Antonio Mira ha dedicado años a la localización y transcripción de los documentos que componen el libro.
Antonio Mira ha dedicado años a la localización y transcripción de los documentos que componen el libro. / MG

El libro contiene escritos fechados en una época “ignorada” de la historia de Lepe a pesar de que, en realidad, “resulta ser la más relevante”, esto es, la que transcurrió entre los siglos XIV y XV, un periodo durante el que “tras sus muros convivían en paz gentes de diversos credos y procedencias, orgullosos de lo alcanzado con el esfuerzo común” en un municipio que era “por derecho propio una encrucijada comercial que ponía en contacto a los principales circuitos comerciales del momento”. Un pasado que, curiosamente, “hoy día se nos hace muy presente”.

El documento que identifica al lepero Pero Izquierzdo, fechado en Barcelona el 20 de mayo de 1493 y localizado en el archivo de Simancas.
El documento que identifica al lepero Pero Izquierzdo, fechado en Barcelona el 20 de mayo de 1493 y localizado en el archivo de Simancas. / AGS, Cancillería, Registro del Sello de Corte, legajo 149305, 49

Entre los hallazgos destaca, por supuesto, la primera constatación documental de que hubo un lepero que, seguro segurísimo, participó con Colón en el descubrimiento de América, y que no era Rodrigo de Triana, sino Pedro Izquierdo, pero hay muchos más hechos “hasta ahora desconocidos para la historiografía”, empezando con la identificación de los leperos más antiguos conocidos, Juan Durán y el tendero Martín Alfonso, quienes han quedado inmortalizados en sendos pergaminos de mediados del siglo XIV, o la aparición de otro documento, fechado algunas décadas después, en el que el conde de Niebla concede una limosna a la ermita de Santa María la Bella en el término de Lepe, un dato que “convierte a esta advocación mariana en una de las más antigua de esta provincia y, por tanto, bastante anterior a lo que señala la leyenda de su milagrosa aparición escrita en el siglo XVII”.

Hay más, claro. Por ejemplo, la “reinterpretación” del texto de Gonzaga referido “al archifamoso Juan de Lepe, cuya lápida sepulcral no se encontraba, como se ha asegurado, en el convento de La Bella en El Terrón, sino en otro situado en Las Cumbres”, o la confirmación de la existencia en Lepe de un hospital y del convento dominico de Santa María de Gracia, como consta en el testamento de Guiomar de Castro, duquesa de Nájera y madre de la condesa de Ayamonte, fechado en 1506, que también revela que la fundación del monasterio del Señor San Francisco de la Observancia en Santa María La Bella “fue por voluntad exclusiva de la duquesa”, aunque, lejos de construirse junto a la ermita de San Sebastián, se levantó en El Terrón, “lo que vuelve a contradecir lo que recoge la leyenda de la aparición de la virgen”. La verdad histórica “es así de cruda”, reconoce Toscano, aunque a veces revele, también, prodigios como el ocurrido durante una misa mayor de domingo en la parroquia en la primavera de 1475…

A través de la lectura de estos manuscritos, asegura el historiador, “alcanzamos a entender mejor la actual idiosincrasia lepera”, porque todavía es “la misma que hace siete siglos”: la de una sociedad “en permanente transformación, flexible y tolerante, acogedora con el visitante, cualquiera que sea su actividad y nacionalidad, abierta a los grandes retos de la globalización”. El esfuerzo de Mira Toscano no es nuevo, pero sí culminante. Con la publicación de Colección documental de la villa y señorío de Lepe (1268–1506), el historiador cartayero, que lleva más de cuatro décadas de investigación en las que ha publicado una decena de monografías, una quincena de capítulos de libro y más de un centenar de artículos científicos, trata, confiesa, de “devolver” la deuda que tenía con los vecinos “tras otorgarme el premio de la Cultura”. Qué mejor manera de saldarla que “contribuir a hacerles ver que ese desconocimiento hacia su historia les ha conducido a sobrevalorar el presente y nunca el pasado, cuando de ambos pueden estar muy satisfechos”.

stats