Dicen que cada año de vida de un perro equivale a siete años humanos y yo creo que cada año de vida de un recreativista debe corresponder, al menos, a nueve o diez vueltas a Sol de una persona cualquiera. Y así desde hace una década. Está Huelva con el Recre como ese volcán que se encuentra a un parpadeo de entrar en erupción y que no para de dar señales con temblores, expulsión de gases o la paulatina deformación de la corteza terrestre de que la explosión está a punto de llegar. El recreativismo late de igual forma durante toda semana: el magma va girando y girando, tomando temperatura día tras día… y si sale un ‘heroico’ gestor con un bien pagado ‘publirreportaje’ ya no hace falta más, salta la chispa por la primera rendija que haya y explota; si hay un derbi andaluz en la cumbre, igual: lo de superar los 18.000 espectadores en un partido de tercera división en pleno mes de enero, sin ser un duelo decisivo y sin promoción de entradas se dice rápido pero es para darle un par de vueltas. Y hay quien aún pone en duda la relevancia del Decano para esta tierra y por qué tal y Pascual…

Lo del domingo ante el Córdoba parecía todo un duelo de playoff por rival, ambiente, la calidad vista sobre el césped, por la tensión… Si la gente andaba como andaba por un enfrentamiento en la jornada 20, ¿qué puede pasar aquí en junio si es que se lucha, otra vez, por lo que todos anhelamos? Sí quedó patente, y creo que en eso coincidimos muchos, que para tal gesta faltan dos o tres piezas fuertes de medio campo para arriba como también que se reflejó que sin De la Rosa ni Del Pozo el Recre pierde mucho puñal y demasiado sitio. ‘Delpozismo o barbarie’, que diría aquél, y lo mismo me vale con Alcaldismo, Rahimismo, Dominguismo o Rubenismo. Hay gente esencial que mejor que no vuelva a pillar ni medio resfriado hasta agosto. Lo de arriesgar con 1-1 metiendo al tocado extremo cedido por el Cádiz me encantó. Lo de ver al banquillo saltar mil veces contra todo y contra todos, también. No sé hasta dónde llegaremos pero, parafraseando a Tangana, esa ambición desmedida es necesaria y merecida. Cuando nos crecimos ante monstruos de gigantesco potencial económico, social o deportivo -y hasta monstruos gildoynianos- sin complejos ocurrieron algunas de nuestras mayores gestas. Pues eso; aquí nadie quién dijo miedo

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