La acción y efecto de la competición liguera, que se concretó en el proceso de crecimiento del Recreativo, concede la celebración del primer trago de Copa del Rey, un torneo del K.O. que vuelve al Nuevo Colombino casi tres años después para bendecir algo que lo merece en un acto de categoría profesional para saborear un sorbo a gusto cuando se milita en la cuarta división. El equipo y su afición necesitan recordar viejos tiempos que proporcionan el fortalecimiento del buen ánimo sufriendo en las penalidades actuales.

El Burgos no es un rival de Primera, pero es el equipo revelación de Segunda, que disfrutó de líder y con atención mediática por el palmerino José Antonio Caro, que deja el récord de imbatibilidad en la historia del fútbol profesional con 1.294 minutos superando al logrado por Abel Resino (1.275) en 1991. A Churripi, apodo familiar que le puso su madre, se une otro paisano, Curro Sánchez, con caché de Primera. La prolífica cantera palmerina siempre miró a Sevilla por simpatía y afición, aquí en Huelva hubo una época con algunos meritorios como Bécquer, Botas y Juanijuán que estuvieron en el primer equipo.

Recreativo y Burgos llegan a la eliminatoria en momentos idílicos y desean el premio de un Primera cotizado. Julián Calero ha modelado un equipo rocoso, sin concesiones a la galería. Abel Gómez busca ese perfil de equilibrio y estabilidad. Un torneo de escaparate para competir. El Burgos cayó en las segundas rondas de las últimas y el Decano alcanzó la tercera en enero de 2020 ante Osasuna cediendo en la prórroga tras despediciar un 2-0. Ahora es una motivación extra que rompe la inercia de la Liga. A veces viene bien para renovar ilusiones o también distrae, pero incrementa la autoestima dado que la mayoría de la plantilla tendrá su bautismo en el torneo. Eso sí, que la dignidad de la Copa sirva y potencie la fuerza viva hacia el objetivo principal de la temporada.