Cuando terminó la emboscadita de Los Cortijillos mi cabeza se preguntaba hasta qué punto juega la fortaleza mental al fútbol. Estaba cristalino que este año no importaba si al Recre le iban a obligar a jugar descalzo frente a tipos con tacos de acero, si le pondrían a disputar un duelo en medio de otra Filomena sin vestimenta o si el contrario empezaba con 14 los partidos. Es de cajón que el fracaso infame de la pasada temporada (no olvidamos) nos ha llevado a este extremo y no hay más tu tía. El mensaje era desde el verano que ni el tipo de campo, ni pegas preventivas ni leches, y ahí está el resultado. ¿Se imaginan lo que hubiera pasado el sábado con nuestro equipo -perdón, con nuestro conjunto de jugadores vestidos de albiazul- del año pasado?

Lo saben, seguro: "Es que nuestro juego no se puede desplegar, es que las dimensiones nos matan, es que han aprovechado la única que han tenido, es que nosotros perdonamos demasiado, es que aún nos estamos adaptando, es que el balón parado tal y cual, es que aún queda tiempo…". El coraje no es que lo del pasado curso sucediera, es que se vio venir desde el minuto uno (y se dijo) pero "había que entender a los jugadores por la 'presión' que sentían" (jugando sin público, que tiene narices). El mensaje esta vez ha calado y los resultados (que son los que mandan, como siempre) acompañan y refrendan. Y el día que no acompañen -esperemos que no suceda- tendrán que agarrarse los machos todos, del primero al último, que ya no se hacen prisioneros. Pasearse no, ni falta que hace, pero fracasar, ni en una mísera pesadilla. Se exige justo lo del sábado: esfuerzo, pelea, calidad… y victorias.

El caso, les decía, es que si a una cabeza le incrustas excusas simples a priori y justificaciones previsibles a posteriori lo normal es que ésta se acomode, y así todo cuesta más. Esperemos que eso se instale a todos los niveles en el Club. De hecho, ya vimos a dirigentes, técnicos, plantel, empleados y aficionados que no es que no pusieran excusas para salvar al Decano, sino que se las inventaban para hacer por él hasta lo que no debían. Por eso, la grada, que tanto ha sufrido, se merece todo, hasta el último saludo al final de los partidos; en especial, tras darse una paliza viajando. Faltaría más.

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