Cultura

El ocaso de los monstruos

Nada tiene de particular, y es muy posible que ocurra así, que Transformers 3: El lado oscuro de la luna, actualmente triunfando en la cartelera, sea uno de los líderes de las películas más taquilleras del momento y que, como sus predecesoras, consiga elevadas cifras de recaudación, tal vez más si se le añade la poderosa atracción de las tres dimensiones. A pesar de esto el ocaso de los monstruos, es decir la era de la saga robótica, según sus artífices, entre los que tienen especial decisión su realizador, Michael Bay, y su productor ejecutivo y muñidor del invento, el incombustible Steven Spielberg, ha llegado a su fin o lo que es lo mismo, han decidido que ésta sea la última entrega de la serie que tantos millones de dólares les ha proporcionado.

Esta tercera secuela, de la que hay que decir a su favor que es la que nos ha deparado mucha más acción, más monstruosos artefactos mecánicos, más artimañas digitales que sus precedentes, ha superado a las anteriores con creces, lo cual puede deberse a que sus habituales guionistas, Roberto Orci y Alex Kurtzman, han sido sustituidos por Ehren Kruger, que ha dotado de mayor agilidad al relato. Por otra parte la que fuera musa de los Transformers, la inefable Megan Fox, ha sido aquí reemplazada por la modelo con pretensiones de actriz, Rosie Huntington-Whiteley aunque esto, si me lo permiten, me parece menos relevante. Sobre todo cuando el relevo se debió a discrepancias artísticas con la anterior protagonista.

No lo es tampoco para mí la opinión que el director J.J. Abrams haya dicho de su colega, Michael Bay, realizador de este tercer capítulo de la saga, que "su estilo visceral, frenético y excesivo, refleja el cine de hoy". Puede que lo sea de esta cinematografía espectacular de ciencia-ficción con excesos notables de efectos especiales pero de ninguna manera se puede generalizar, porque estamos hablando de cosas muy distintas y mucho más respetables. Que esta proliferación tecnológica puesta en manos de un director experto en esta especialidad haya logrado excepcionales avances, es sólo un notable progreso de este cine de muy llamativas pretensiones y elevados costes cibernéticos.

La película en su argumento principal parte de un acontecimiento histórico de 1969 cuando el Apolo 11, tripulado por los astronautas Armstrong, Aldrin y Collins, alcanzó la luna para investigar la procedencia de una gigantesca nave espacial de supuesta procedencia extraterrestre. Estos elementos, convenientemente manipulados y adulterados, sirven para montar una historia sobre un vehículo de transporte procedente del planeta Cybertron - ya estamos en la habitual narrativa fantástica de este género -, que transportaba un artilugio que pretendía acabar con los enfrentamientos entre los Autobots, los monstruos protagonistas de la serie, y los Decepticons, las fuerzas enfrentadas en esta saga.

Ahora por decisión de sus promotores se ha querido acabar con esta odisea espacial que su director ha calificado como una especie de Black Hawk derribado (2001), la excelente película de Ridley Scott, uno de los grandes ejemplos del género bélico en la cinematografía de todos los tiempos. No deja de ser una visión personal de Michael Bay pero nada más. Y sobre el fin de la saga, me permito dudar, dada la rentabilidad de sus películas. El tiempo lo dirá. Y si me equivoco no lo sentiría, sinceramente.

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