Flamenco

La guitarra de Niño Miguel (III)

La guitarra de Niño Miguel (III)

La guitarra de Niño Miguel (III)

Miguel fue una persona feliz junto a su esposa, doña Fuensanta Fernández, su hijo Ángel y sus amigos del barrio de La Orden, donde disfrutaba jugando al futbolín, que le encantaba, y de manera especial con su guitarra, a la que cada día dedicaba muchas horas, tanto en su casa como en las galas, actuaciones y conciertos por toda la geografía española.

En contra de lo que puedan pensar aquellas personas que no lo conocieron ni trataron en estos años, Miguel, de joven y recién casado, nunca había tomado ni una simple cerveza, ni nada de alcohol, sólo coca-cola, algún otro refresco o café. Sin embargo, el éxito en los años 90 lo marcó al convertirse en una persona muy conocida, un gran artista y prestigioso guitarrista a nivel nacional, admirado por propios y extraños. Algunos se hacían pasar por amigos, los aduladores que le olían el dinero y la fama, que se le acercaban y acosaban. Sin darse cuenta de nada, o no queriendo darse cuenta, su vida dio un giro de 180 grados por el que empezó a cambiar, desgraciadamente para mal, a lo que se unió el trauma que padecía desde niño relacionado con su enfermedad de origen nervioso. Además, la poca fuerza de voluntad, su carácter y la falta de personalidad, lo llevaron por la senda equivocada. El peligro que conlleva la noche, las fiestas y otras cosas que se manejan en estas reuniones, hicieron el resto.

La Peña Flamenca de Huelva, por medio de varios directivos, trataron de encauzar y llevar por buen camino a Miguel, a quien pusieron en contacto con varios médicos que lo atendieron y trataron con medicamentos, entre otros cuidados, durante cierto tiempo. Sin embargo, no se produjo ningún avance en su curación por falta de interés del enfermo, ya que Miguel no hacía caso a los profesionales ni atendía sus indicaciones ni las de nadie, seguía a su aire y obrando a su antojo. Esto le hizo caer en un pozo sin fondo desde el que no quería atender ni escuchar nada ni a nadie, incluidos los consejos de la familia, de los amigos, de los médicos que le trataban para intentar apartarlo de esta manera de vivir. No fue posible, él se dejaba llevar por la corriente de lo fácil, de dar rienda suelta a sus deseos, ganas y caprichos.

La situación se tornó insoportable y negativa, el descuido físico le llevó casi a mendigar por las calles de Huelva con su vieja guitarra con 3 o 4 cuerdas, con las que más de una vez fue capaz de sacarle a su instrumento unas bellísimas y flamencas notas, impropias de tal estado. Llegó a una etapa de su vida dura y muy difícil, la que le tocó y quiso vivir nuestro querido amigo y en la que pasó necesidad en todos los aspectos, no le importaba vestir mal ni atendía a lo que ocurría a su alrededor. No comía durante todo el día, sólo lo que cualquier amigo lo ofrecía en algún bar. Buscaba como podía lo que necesitaba “para ir tirando”, con eso le sobraba. Cuando cogía unas perras las invertía en lo que él quería.

Desgraciadamente, fue una fase de su vida que se extendió durante varios años y sin posibilidad de que alguien le convenciera de la necesidad de un cambio.

En el año 2008, tras una reunión de varios de los muchos amigos que admiran y quieren a Miguel –no sin pocos problemas–, estos consiguieron ingresar al artista en una residencia de Málaga gracias a la colaboración de varios organismos oficiales de Huelva. Allí permaneció casi un año bien, sin problemas y controlado. Los médicos que le trataron consideraron oportuno darle el alta de su enfermedad nerviosa, que no era precisamente el verdadero mal. Esto supuso sue regreso a Huelva con un aspecto distinto y bueno; bien vestido, arreglado y con ganas. Desgraciadamente, esta mejoría duró muy poco y Miguel volvió a los tiempos malos y difíciles, a su independencia, a vivir a su aire, su indiferencia, mal vivir, despreocupado de todo, sin apenas comer, descuidado y otra vez de vuelta a las calles de Huelva, agarrado a su guitarra para pedir para lo que él necesita y destinar el dinerillo que reúne a lo que quiere y desea; no puede pasar sin este mal que le domina.

Tras una primera etapa como padre y esposo feliz en su barrio, en los 90 su vida se tuerce

En el mes de septiembre del año 2009, mi buen amigo y gran artista Arcángel me citó en el Hotel Monte Conquero acompañado de un gitanito fetén como El Pecas, con el deseo de que me una a ellos para tratar de organizar un festival flamenco a beneficio de Niño Miguel e intentar sacarlo de una vez para siempre de la vida y situación por la que llevaba años atravesando el genial y maravilloso artista. A Niño Miguel lo conozco desde su infancia, por lo que ni por un momento dudé, me puse a su total disposición y servicio. En primer lugar como persona, para ayudarle en su problema, y después, por su categoría como gran figura de la guitarra flamenca.

Arcángel llevó la voz cantante, fue el organizador, el alma máter sobre el que giró todo el peso del festival. Gracias a sus conocimientos y amistades buscó a los artistas mejores y famosos, el lugar idóneo para celebrar el evento, el apoyo de autoridades, los medios de difusión y comunicación, colaboradores... Más los múltiples detalles necesarios para llevar adelante un espectáculo de esta envergadura a pesar de las muchas dificultades y pegas. El Pecas actuó de intermediario con su hijo Ángel y la familia de Miguel y un servidor se encargó del control económico, los gastos e ingresos del festival, la estancia, las atenciones y todo lo necesario relacionado con Miguel, dentro y fuera de la residencia.

Una vez programado, tras laboriosas gestiones llegamos a concretar lugar, fecha, hora, para lograr la confección del cartel, tan esperado, amplio y completo, como espectacular y atractivo, para el más exigente de los aficionados flamencos y público en general.

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