Toros

Suspira torería una tarde de bravura en Almonte

  • Tres vueltas al ruedo para sendos novillos de Pereda y Villamarta por partida doble.

  • López Chávez y Oliva Soto bordan dos primorosas faenas a dos bravos oponentes.

El festival de Almonte siempre mantiene esa impronta de cariño que le presta la gente. Sea cual sea la empresa el aficionado siempre está ahí. Nuevo lleno en el tendido. No ha sido un torero en concreto o seguramente han sido todos. El caso es que siete minutos después de la hora anunciada Andrés Romero y la tropa de a pie se andaban esos treinta y tantos metros hasta el otro punto de la plaza para saludarse con la señora presidenta del festejo.

Después, la lidia. Y con ella los compases que Andrés Romero iba dejando con ese rejoneo apasionado que lucía frente a un utrero encastado al que ayudó a hacer más vibrante en su juego. Romero lució en banderillas y con garra y clase llevó arriba una actuación que entusiasmó de veras. Cortó dos orejas y dio la vuelta al ruedo con el mayoral de Pereda tras concederse la vuelta al ruedo al novillo.

Pocos instantes después llegaría un ciclón de toreo. Dos protagonistas: un templado López Chaves y un notable ejemplar de Villamarta que terminaron esculpiendo un auténtico faenón. Especialmente por la izquierda donde la dulce bravura del utrero se dejó mecer en la bamba de una muleta suave y exquisita del salmantino. Conjunto de mucha altura rematado con un soberbio volapié. Chaves había hecho honor al maestro Ojeda diez minutos antes cuando le había brindado la faena.

La tremolina subió decibelios cuando El Fandi encontró en la franquía de una bravura endiablada del tercero el colaborador más fiel para vender un completo tercio de rehiletes. Poderío granadino que hizo vibrar al tendido. El Fandi en Fandi. En su más pura expresión de conexión y pundonor para cuajar con sus honestas formas toreras a otro notable ejemplar de Villamarta. Por ambos pitones encontró Fandi la llave con la que mantener encendía esa llama del toreo que subrayaba con temple, desde su sitio la banda. Sonaba Suspiros de España. Después, un poco más allá en el tiempo, la estocada llegó apoyada en el golpe de verduguillo.

Tuvo son del bueno el recibo capotero del camero Oliva Soto. Repitió el de Villamarta con franca embestida y ahí surgió templanza y duende. Tanto como para durar en la muleta con la que el de Villamarta se embelesó de veras haciéndose bravo, repetidor. Prisionero del toreo que Oliva dejó sembrado con generosidad sobre el albero almonteño. A un leve toque el utrero se iba hasta el final, donde Oliva lo dejaba una y otra vez para enganchar el siguiente muletazo. Y así, y así, así hasta que duró. Que no fue poco.

López Simón fue la constancia. La fe de querer exprimir una clase no tan brillante como la que habían tenido los anteriores utreros. El de Barajas no se aburrió jamás y fruto de ello dejó escrita una faena seria y honrada sobre la tarde almonteña. Buen capotero, estiloso y fino con el percal Simón se suma triunfador a una tarde bonita.

Sonaba a idílica la tarde. Tanta  oreja, tanto triunfo... pues ahí que salió el sexto y puso todo boca abajo. Cuajado, con poder de toro y estudios de arquitectura el torete encontró la parte frágil de una tronera y desmontó el placentero clima del callejón para voltear lo que saliera al paso. Una luxación en el dedo de un agente es para dar gracias. Un poquito más allá zarandeó a un banderillero cuando se tapaba tras un burladero. Con todo lo mejor es Que González Écija no se amilanó y solventó el ‘terror’ del tendido con un sentido manojo de verónicas. Faena vibrante con el novillero metido de verdad en jaleo con el buen novillo, otro más, de un notable encierro de Villamarta. Y en el aire, la sensación  de una intensa tarde de toros con la banda sonando de ‘durse’.

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