ARTE por María Pérez Mateo

Pedro Gómez, presente

  • La Casa Colón acoge la exposición de cuatro jóvenes pintores de la vanguardia onubense bajo el título 'La eternidad del Conquero'

Es de agradecer que Huelva se acuerde de sus muertos. Seré más fina en la apreciación, que Huelva se acuerde de sus hijos ilustres. En una ciudad sin identidad donde recordar suministra padecimiento y donde la nostalgia triunfa por golpearse en el pecho y no hacer nada de nada, que una institución como la Academia de Artes y Letras de Huelva, a la que desconocía por completo por sus obras externas, sí por sus funciones de nombramientos, tenga a bien organizar una exposición en homenaje a un pintor, me parece, sinceramente, fantástico. Enhorabuena.

Sobre el título del presente artículo. Que nadie se asuste. Pedro Gómez, tras lecturas obligatorias, no tiene nada que ver con lo que está pensando. Y nada, es nada. Si hay alguna duda, sobre todo para esos que solo piensan en malditas etiquetas de buenos y malos, de bandos intelectuales y bandos asesinos, el pintor del Conquero, en tiempos de La República, dirigió una institución cultural al abrigo de la cosa. Creo que al referir la santa República, esos amantes del rencor ya habrán liberado prejuicios. El presente se argumenta en el hecho concreto de tenerlo con nosotros, no en el olvido, por el tributo auspiciado por la Academia de Artes y Letras y por la delicadeza de cuatro jóvenes pintores, Pedro Rodríguez, Ismael Lagares, Fran Mora y Pepe Bonaño, que deciden, tras la mediación siempre positiva de Juan Carlos Castro Crespo, rendir homenaje al artista que tuvo la inmensa valentía de dar sentido al paisaje de Huelva. Y, a su vez, el maravilloso descaro de perpetuarlo.

Reconozco que no soy una conocedora de su obra. Es más, cuando he querido indagar, la bibliografía es tan parca que sólo se queda en Huelva. Las referencias nacionales son nulas. Pero dejemos lo que otros han estudiado. Si analizamos su obra, tenemos un pintor que sin ser exquisito, es sabio. Sin ser equilibrado y constante, es persuasivo, dialogante y emotivo. Sin ser técnico, su dibujo flaquea y las composiciones bailan a menudo sin son, tiene la virtud, hecha potestad, de dominar el color y la luz de su tierra con extrema pulcritud. Es más, sabe lo que plasma y por qué. Siente el paisaje, su paisaje, diría que lo ama tras enfrentarse en mil batallas con él, hasta la asfixia total. Sabe cómo apropiárselo, hasta extenuarlo, para que nadie lo confunda con otras propuestas, y esta cuestión no es privativa de muchos. Y, finalmente, sabe cómo es capaz de liderar una empresa sin que en más de cien años nadie, y nadie es nadie, haya osado sintetizar el paisaje de Huelva (Conquero, ría y playas) con la misma identidad que Pedro Gómez.

Ninguna de las cuatro propuestas presentadas ha querido homenajear a Pedro Gómez sin salirse de sus propios lenguajes. Y eso, sinceramente, me ha encantado. Y eso, creo, es lo que hace que esta exposición sea un punto de partida para revindicar no sólo al llamado pintor del Conquero, sino para apoyar y defender la pintura de Huelva, a los de siempre, vivos y menos vivos, y a los jóvenes, a los de hoy. Estos cuatro, Lagares, Rodríguez, Bonaño y Mora, demuestran a las claras que, entre todos, tenemos la necesidad de hacerlo: cultivar la cultura, y defenderles (a los jóvenes). Entendámoslo entre todos, si eso fuera posible. Es barato. Sostenible. Y rentable.

Como escribiera hace tiempo en estas páginas Huelva Información, soy una enamorada de la obra de Fran Mora. Tiene la virtud de la síntesis y la cordura de lo bien hecho. Tiene la elegancia de la expresión y la sensibilidad de saber gustar. Tiene el don de la imaginación y la necesidad de la evolución. Sabe cómo empezar y dónde decir adiós. Su obra de la Casa Colón se centra en lo que no se ve pero da sustento, aunque no lo veamos, a la esencia del Conquero. Aunque deformada hasta ajarla por la desidia y la maldad humana, retrata su naturaleza con la misma pasión amatoria que cien años antes decidiera Pedro Gómez.

De Pedro Rodríguez poco más puedo añadir que no hayamos ya felicitado. Con la obra expuesta, me alegro mucho que esté soltando amarras de sus turbias visiones urbanas, tras años de conquistas, y abrace con un descaro sorprendente, sin prejuicios, un paisaje, tan suyo por cuna, que es capaz de rallar con bravura el lienzo con el pincel y las manos para obtener unos resultados sorprendentes. Estos paisajes que nos presenta en la Casa Colón denotan a un pintor maduro, decidido, que huele a propio. Se siente tan cómodo que aprieta el ánimo para encontrar lo que otros siguen buscando.

Pepe Bonaño es una apuesta segura, atesora inteligencia para decidir y crear expectativas en continuo. Diríamos que sus obras son parte de nuestras vidas. Nos retratamos en ella. Parece que las narraciones no están, no existen, pero son. Tan secuenciadas que nos vemos en ellas. Creemos en ella. Son porque te da a entender que lo más sencillo es lo más hermoso de, por ejemplo, un paisaje. Conjuga a la perfección dibujo y materia. Conjuga con dominio propuestas arriesgadas. Y acierta porque parte de un rol estudiado y no de una vana materialización comercial. Es decidido, capaz, emprendedor, arriesgado y meticuloso. Busca y encuentra. Busca y soluciona. Busca y emociona.

Ahora bien, la sorpresa de la exposición, no para una que ya lo conocía, sino para buena parte de los visitantes, es Ismael Lagares. Su propuesta continúa un discurso que viene de lejos, esculpido con celo y estudio, lo que ocurre es que ahora ha sido conocido por un público numeroso. Y perdonen que aquí haga una reflexión (e insista). ¿No son capaces de ver nuestros talentudos políticos, doctores emprendedores y responsables empresarios que es muy fácil fomentar la cultura? Hasta da empleo. Les pongo un ejemplo, que es el ejemplo. El jueves, a las 20:00 horas de la tarde, se inauguró la exposición. Más de cien personas. Más. Por lo menos, cinco medios de comunicación. O más. Por lo menos, lástima, un solo político. Uno. El dueño 'democrático' de la casa. Pero el dueño de la casa no tiene recursos para abrir la exposición día a día. Y día a día es hasta el 10 de febrero. La exposición se va a abrir con los dineros de la Academia de Artes y Letras. Me parece bien, muy bien, si no hay otra solución. Las instituciones privadas y públicas tienen que colaborar. Pero por qué no somos capaces de unir fuerzas. Esta Academia, existen otras, este ayuntamiento, existen otros, y hasta mancomunidades, diputaciones y Junta, ¿no son capaces de remar en una misma dirección por Huelva?

Bueno, dejo ya mi papel de promotora cultural desempleada (y hastiada), y sigo con el de crítica y mi impresión sobre Ismael Lagares. Estratégicamente, segura estoy de ello, Castro Crespo, comisario de la exposición y con un ojo ciclópeo todopoderoso, colocó un cuadro, de grandes dimensiones, en un sitio de privilegio. Ese cuadro fue la habladuría de los presentes. Hala, salió otra vez la palabra 'presente'. Con un empleo envidiable del espacio, de la composición, de la superposición de materias y texturas y del color vibrante, Lagares nos regala un paisaje con figuras a partir de una explosión, y explosión es detonación y deflagración, de millones de protuberancias de cuerpos oleosos multiformes y espectrocromáticos. Es de una belleza extraordinaria, es de un rigor plástico envidiable, es de una sencillez crítica, es de… un gran pintor. Es un hermoso regalo de concreción, una abstracción tan rica que se siente real. A mí, que tanto ejercito el derecho a los invariables, a los referentes, no sé por qué me trae a la memoria la obra grande y desconocida del pintor surrealista Wolfgang Paalen.

Si tiene dudas en qué invertir (y que no solo sea tiempo), le propongo respirar un poco de verdad artística, de apropiarse de algo tan hermoso como sentir orgullo de ser de Huelva. En la Casa Colón le espera una exposición de cuatro talentudos jóvenes huelveños capaces de pellizcarle el corazón. Capaces de hacerle ver que Huelva puede SER si usted quiere (y le dejan, claro).

Nota: gracias a Huelva Información por colaborar con la cultura de nuestra provincia y gracias a su director por acordarse de esta modesta crítica durante la presentación de la exposición.

Pedro Rodríguez, Fran Mora, Ismael Lagares y Pepe Bonaño. Casa Colón. Hasta el 10 de febrero.

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