TOROS

Castella triunfa en la tarde en la que Chamaco hace su reaparición en Arles

  • El francés sale a hombros, oreja para el onubense en su vuelta a los ruedos y mala espada de Perera

Chamaco muestra el trofeo obtenido en su reaparición en Arles.

Chamaco muestra el trofeo obtenido en su reaparición en Arles. / Guillaume Horcajuelo / Efe (Arles (Francia))

El diestro francés Sebastián Castella, con dos orejas, fue el nombre propio de la tarde de ayer en Arles (sur de Francia) en la que reapareció Chamaco, que paseó un trofeo, mientras que Miguel Ángel Perera se cerró la Puerta Grande por culpa de la espada. Pero Castella fue el que se llevó el gato al agua. A sus manos fue a parar el mejor lote con diferencia, y el de Beziers supo aprovecharlo para salir airoso por la Puerta Grande.

Su primero tuvo muy buen son y mucho ritmo en sus embestidas, y el galo lo toreó con temple y ligazón sobre ambas manos en una labor bien compactada pero malograda a última hora con los aceros.

Al quinto, que también se dejó lo suyo, Castella llevó a cabo el mismo guión, es decir, el hilván, la largura en el trazo del muletazo, la limpieza y el sometimiento por los dos pitones. Esta vez sí le funcionó a espada y para él fueron las dos orejas.

Reaparecía Antonio Borrero Chamaco después de 20 años alejado de los ruedos, y a decir verdad se le notó la inactividad, sobre todo en su primero, con el que se vio a un Antonio Borrero un tanto inseguro, de ahí que la faena no llegara a tomar vuelo totalmente.

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En cambio, con el quinto anduvo más entonado Chamaco, que, después de haber dejado algunas cosas estimables con el capote, toreó con cierto aplomo por el lado derecho, finalizando labor con unos molinetes de rodillas. Faltó contundencia con los aceros, pero así y todo cortó un trofeo para dejarle buen sabor de boca tras la efeméride de su vuelta a los ruedos y de esa imponente voltereta que le mantuvo unos instantes entre los pitones del jandilla.

Perera marró con la espada una entonada faena al tercero, al que inició con dos cambiados por la espalda, para acto y seguido, torearlo con mucha autoridad por los dos lados. Un final de cercanías, manoletinas incluidas, hacían presagiar el triunfo grande del extremeño, que, sin embargo, acabó atascándose con los aceros.

Y más de lo mismo le ocurrió con el bonancible sexto, al que Miguel Ángel Perera exprimió en otra faena rotunda y muy bien conjuntada sobre ambas manos. Pero la espada, su mala espada, le volvió a jugar una mala pasada, y tuvo que conformarse con una vuelta al ruedo sin trofeo.

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