ResponsHabilidades: Nos toca construir una nueva normalidad

Es una realidad palpable que las cosas van a cambiar, algunas inevitablemente y otras si queremos, toda una oportunidad para la RSC y la inteligencia emocional

Unión de dos piezas de puzle.
Unión de dos piezas de puzle. / H. Información

Huelva/Estamos en plena revisión del significado de la palabra normalidad. Nos toca reconstruir el concepto. Está claro que muchas cosas han cambiado ya para siempre, queramos o no, pero en muchos otros aspectos tendremos la opción de repensar si queremos volver o no a lo que había y a lo que éramos. Esa es la gran oportunidad que esta trágica situación nos está dando: redefinir lo normal, elegir qué queremos que sea lo habitual u ordinario, que así es como la Real Academia Española define la normalidad.

Y en este contexto, podrían estar de enhorabuena porque podrían llegar a convertirse en “lo normal”, justo dos temas habituales de este espacio semanal que no eran todavía todo lo habituales que debieran: la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) y la Inteligencia Emocional. Son dos habilidades, dos capacidades para responder que están teniendo una relevancia especial en esta alerta sanitaria, porque está siendo evidente la importancia que tienen a pesar de que desde hace cuarenta años pelean por hacerse un hueco estable en nuestra sociedad.

Y eso que, por un lado, esta semana Advice Strategic Consultants ha hecho públicos los resultados de un estudio económico en el que concluye que el PIB español se duplicaría en 10 años si las empresas incorporaran masivamente los criterios principales de responsabilidad social y sostenibilidad. Y que, por otro lado, cuidar nuestra fortaleza emocional se ha convertido en un tema de máximo interés colectivo, muy repetido en los medios de comunicación y motivo de recomendaciones importantes para afrontar el confinamiento. Parecen razones por las que merece la pena explorar cómo incluir la RSC y la inteligencia emocional en esa nueva normalidad que podemos construir.

RSC, la capacidad de respuesta social

Ya lo hemos compartido otras veces. La Responsabilidad Social Corporativa o RSC es, básicamente, la habilidad de las empresas para responder a sus públicos de interés principales. Y esos públicos a los que deben ser hábiles respondiendo son: a sus trabajadores y trabajadoras en primer lugar, y también a sus clientes o usuarios, a sus proveedores, a sus accionistas si los tiene, a las administraciones, y a sus vecinos, por supuesto. De hecho, la RSC mejor entendida es la que tiene impacto local, esto es, cuando la habilidad para responder se nota especialmente en el entorno más cercano donde la empresa desarrolla sus actividades.

También hemos compartido otras veces que la Responsabilidad Social Corporativa no es acción social, no es altruista ni desinteresada, y no es filantrópica, al menos no es sólo eso, aunque lo pueda parecer. La RSC también debe ser rentable. Sin embargo, son muchas empresas desde su RSC las que están dando estos días lecciones de solidaridad y capacidad de respuesta frente el Covid-19.

La situación nos ha puesto a prueba a todos y a todas. A las empresas también. Las que tienen clara su RSC están siendo más hábiles para responder a todos sus públicos. En primer lugar, han defendido y protegen la salud de sus personas, y me alegra leer estos días a menudo comentarios de trabajadores y trabajadoras que dicen públicamente en sus redes personales el orgullo que sienten por trabajar donde lo hacen. Ese es un valioso beneficio que empieza a hacer rentable la RSC: el orgullo de pertenencia que se mantendrá después de la pandemia.

Las empresas responsables también están garantizando el suministro a sus clientes siempre que pueden, manteniendo la cadena de valor con sus proveedores, y eso está siendo socialmente reconocido por mucha gente. Eso es reputación, otro beneficio de la RSC a medio plazo. Es el mismo beneficio que recaudan otras muchas empresas responsables que se están implicando con el entorno más cercano para dar soluciones inmediatas a la lucha contra el virus apoyando a los colectivos que están en primera línea. Así siguen sumando beneficios que hacen rentable actuar con responsabilidad.

Y, además, las empresas lo están contando. Claro que sí. Lejos de ser un gesto oportunista, es una obligación. Porque hacer RSC en tiempos de coronavirus y comunicarlo no es inmoral, como he leído desgraciadamente hace unos días, es una necesidad para generar el contagio social. Las reacciones desafortunadas a estos gestos de responsabilidad son las que surgen cuando no se quiere entender el papel de una empresa y su razón de ser en la sociedad, que, entre otras muchas cosas, se basa en ser rentables.

Y claro que también hay empresas que responden con habilidad sólo a su rentabilidad, porque no son responsables. Diferenciémoslas. Esa es nuestra gran oportunidad en la fase post-coronavirus: multiplicar las empresas con RSC apoyando con nuestra compra y nuestros comentarios a las que lo hacen bien, diferenciándolas de las que lo hacen mal. Abramos los ojos.

Inteligencia emocional, la capacidad de respuesta individual

En ese abrir los ojos, nuestra inteligencia emocional tiene un importante papel que cumplir. Porque ser emocionalmente inteligentes no sólo nos da fortaleza para resistir el confinamiento o reducir los costes en nuestra salud mental y física ante tanta incertidumbre. La fortaleza emocional nos convierte en personas más hábiles para responder a todas las situaciones, especialmente a las adversas, reduciendo el dolor que nos provoca resistirnos a los cambios por muy necesarios o inevitables que sean. Y es momento de muchos cambios.

Ha cambiado, al menos temporalmente y no para pocos meses, nuestra forma de relacionarnos, nuestra forma de comprar, nuestra forma de trabajar, de informarnos, de vivir. Las personas expertas en economía están constatando cambios estructurales más o menos irreversibles en la oferta y la demanda, y en la adaptación digital de casi todos los sectores. Y se prevén importantes y necesarios cambios que asumir en sectores como la hostelería o el turismo, por ejemplo, al menos mientras recuperamos la confianza.

La oportunidad radica en que todo ese esfuerzo de adaptación al cambio y el dolor que conlleva sirvan para desarrollar nuestra inteligencia emocional, y para construir la nueva normalidad que nos hará mejores, como personas y como sociedad.

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