Respons(H)abilidades

En sociedad: ¿Es mejor ser empáticos o ser simpáticos?

  • Mientras la inteligencia emocional está de moda, cada vez se habla más sobre los efectos nocivos de la empatía a nivel social

  • Es una habilidad que puede motivarnos a ser éticos y a lo contrario

Esta semana me han vuelto a recordar que crecemos como personas cuando somos capaces de aprender y no nos resistimos a cambiar, por ejemplo, una opinión. Es así. A veces este tipo de mensajes te llegan por canales imprevisibles y de personas que se han colado en tu vida casi sin querer. A mí me llegó por WhatsApp desde muy lejos, en forma de artículo fotografiado sobre los efectos nocivos de la empatía para la sociedad. De pronto se removieron los cimientos de mi concepto sobre esta capacidad humana que, hasta ahora, considero indispensable y la habilidad más importante para alcanzar el máximo nivel de comunicación con los demás.

Como el artículo sobre el libro del autor belga Ignaas Devisch estaba en un idioma incomprensible para mí, la generosidad de quien me mandaba el artículo, y en gran medida su empatía conmigo -o la capacidad de ponerse en mi lugar y hacer algo por mejorar mi situación-, le impulsó a hacer un breve resumen y enviármelo. Y gracias a eso y a la inquietud que me creó, llegué hasta el estadounidense Paul Bloom y a más argumentos en contra de la empatía.

No empatizamos con que 1.160 personas perdieron la vida en la carretera en 2016

Empatía emocional y colectiva

Contra la empatía: en defensa de la compasión racional (Against Empathy: the case for rational compassion) es el último libro de Bloom. Argumenta por qué el uso de la empatía emocional, ya sea en la política o en los medios de comunicación, conduce a actitudes discriminatorias, sesgadas y cortas de miras de toda la sociedad.

Las olas de solidaridad pasajeras impulsadas por una imagen especialmente dura del sufrimiento ajeno sería una de prueba. Sociedades enteras que se movilizan puntualmente por pueblos lejanos porque están de moda, pero no toleran esa otra cultura diferente con la que llevan conviviendo mucho tiempo, sería otra prueba. La excesiva insensibilidad o animadversión que podemos llegar a sentir por algunos colectivos sólo porque conocemos el caso especial de uno de ellos, o porque no los conocemos o porque los conocemos de forma muy sesgada, otra prueba.

La campaña de sensibilización que acaba de estrenar la Dirección General de Tráfico sería otro ejemplo. No somos capaces de empatizar con que 1.160 personas perdieron la vida en la carretera en 2016, ni con que la mayor parte de las causas fueron distracciones al volante, así que nos enseñan un atropellamiento en directo, el conductor con el móvil en la mano y la víctima en la carretera. Y ni por esas, porque es un anuncio, y lo sabemos.

Empatía vs. simpatía

Y así, con mi concepto sobre la empatía en profunda revisión y con el ánimo de aprender y crecer (que esa fue la frase que me escribieron), he rebuscado y reflexionado.

La empatía que yo conozco y entreno es la quinta habilidad de la inteligencia emocional, y es la que nos permite comprender de verdad a las personas incluso cuando no estamos de acuerdo con ellas. Por eso no se me ocurre mejor aporte a mi comunicación que ser capaz de tomar la decisión racional de entender plenamente a los demás como si tuviera un botón para activar mi capacidad empática. Haría click y apagaría mis propios prejuicios o sentimientos para comprender mucho mejor lo que los demás piensan y sienten, y todo eso sin contagiarme emocionalmente. Ese botón es el sueño de muchos profesionales.

En la empatía no se juzga al otro ni se busca la aprobación. Ser empático supone escuchar para comprender y no para responder, y tener perspectiva para reconocer las emociones, no para inundarse con ellas. Es una habilidad que requiere entrenamiento y tomar la decisión racional de ejercerla.

Después, en otro lado diferente, está la simpatía, que no es sólo ser socialmente ameno. La simpatía es la habilidad que tenemos para conectar espontáneamente con otros, y no necesita ser aprendida. Está basada en una aprobación casi siempre mutua de lo que sienten o expresan dos que simpatizan, por lo tanto aquí sí hay juicio. La simpatía es bastante más selectiva e implica contagio emocional.

El lado oscuro de la empatía

Todo lo que he reflexionado y leído me ha hecho considerar con más atención de lo que lo hacía hasta ahora el lado oscuro de la empatía. Porque empatizar con las personas o las situaciones nos predispone positivamente a una conexión que se vuelve cada vez más emocional y menos racional, y eso facilita demasiado la manipulación de las masas y que se enciendan de nuevo nuestras simpatías y antipatías como individuos. Así que la empatía puede motivarnos a ser éticos y a hacer lo correcto, y de la misma forma motivarnos a todo lo contrario.

La conclusión es que me resisto a opinar que el ser humano estaría mejor sin empatía, pero sí comparto con Bloom desde ya y mientras termino de leer su libro, que no podemos menospreciar la importancia de la razón y el distanciamiento emocional para no adoptar opiniones o tomar decisiones impulsivas, sesgadas e injustas. Es importante no hacerlo como individuos, mucho menos como sociedad.

Personalmente creo que la empatía me da libertad, porque me otorga poder para decidir con quién o qué sentirme afín, o con quién o qué seguir siendo simpática. Así que, a la pregunta del titular, mi respuesta siempre será que es mejor ser empáticos, sin perder de vista la razón. Me gustan las personas libres que se preocupan por comprender antes de juzgar, y que construyen sociedades más tolerantes. Si además son simpáticas, genial.

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